Por Maite Pil.
La película comienza con una serie de
planos detalles de él, Reynolds, arreglándose, preparándose. Se
viste, se maquilla. Una vez preparado, la cámara se aleja, y no
vamos a volver a verlo tan de cerca por un rato largo – cuando está
en cama padeciendo-. Hay que saber leer el lenguaje de la cámara en
directores como Paul Thomas Anderson. Porque allí se dice, y mucho.
Nos prepara para un personaje que nos va a mantener distantes, que
sus ropas le hacen de armadura, ama a sus ropas y sus ropas lo aman a
él.
La semana pasada les hablé de “L´amant
d´un jour” y la triada que ésta planteaba. Acá, desde otro
lugar, se repite la misma lógica ¿Será que las parejas siempre se
forman de a tres? Vos, yo y lo imposible. Es, justamente, el
desarrollo de ese imposible que se hace película y que nos pasea por
una historia de amor, que más allá de algunos detalles
extravagantes, no deja de ser una historia de amor de a tres
más.
Cuando ellos se conocen, el flechazo es
recíproco e inmediato. Él la ve y ya la está seduciendo. La forma
en que le enumera los ingredientes del desayuno es muy erótica, tal
vez el momento más erótico de la película (¿o me pareció sólo a
mí?). En fin, él está dispuesto a seducir, le cambia el tono de
voz, la mirada, tiene una sonrisa a punto de salir. Y ella, que sabe
perfectamente lo que está pasando, las intenciones de él, ya tiene
su número de teléfono preparado en un papel.
¿Por qué a él le gusta una camarera
vulgar? Tengo dos teorías al respecto que se pueden complementar.
Por un lado, ella le sirve comida. Y qué es la comida sino el primer
lazo evidente de amor con la madre – madre nutricia que brinda sus
cuidados mediante el pecho-. La otra, el uniforme. Él ama los
uniformes. Ama que la ropa le de sustento al cuerpo, lo nombre, lo
designe en tal o cual situación. Por esto, precisamente, nunca los
vemos desnudos. No sabemos qué pasa, no hay ni una escena sexual, no
sabemos cómo se las arregla él, ni ella, cuando la ropa no forma
parte.
Podemos intuir que no es precisamente
el acto sexual lo que los une, ella lo desea, claramente lo desea, y
él desea vestirla. Vos, yo y la ropa.
Vale aclarar que la película comienza
con otra ocupando el lugar de ella, una otra que claramente no supo
qué hacer con esa imposibilidad primera, que no logró desnudarlo.
En la primera cita, ella, Alma, conoce
a Cyril, la hermana de él. Y sabe, porque por eso se angustia, que
ahí radica otro obstáculo. Vos, yo y tu hermana.
Pero Alma ya decidió que lo quiere a
él. Y cuando una mujer decide eso, poco se puede hacer al respecto.
Va a conquistarlo a toda costa, a cualquier costo.
Él quiere hacer ropa, quiere diseñar,
y no puede con todo. Alma le gusta, sí, la necesita cerca,
relativamente cerca, pero hace lo imposible para mantenerla a raya.
“El té te lo llevás, pero la interrupción ya se produjo” le
dice Reynolds a Alma en una escena. Donde claramente el té no es el
problema. A él se le interrumpe un modo de vivir, un modo de hacerse con sí mismo. Ella no se
anoticia de su rechazo, insiste, interrumpe, se recupera de sus
desplantes.
El quiebre en el vínculo se produce
cuando Alma descubre que, ante los malestares físicos, él se
despoja de sus ropas, se pone el pijama y se entrega a la cama, a la
calma. Y allí sí hay lugar para ella. Un lugar maternal, pero un
lugar al fin. ¿Qué disfruta Alma de estar en esa posición? ¿Cuál
es su ganancia en todo este asunto? Haberle ganado. Habérselo
ganado. Gana ganar. No ser como la otra que ocupó ese lugar en el desayuno, al
comienzo de la película, y fue suplantada, esa perdió, para Alma, al menos. Alma se propone romper con la serie de
mujeres que esperan de él ser amadas. No importa si el amor de él
es una cagada, o un vómito,
para ser más fieles a la trama de la película.
Y así
es que, para reproducir aquella escena en la que ella tiene un lugar, una participación, lo envenena sin que él sepa, para
que se sienta mal. Para poder entrar a su habitación, y verlo de
cerca, verlo sin el uniforme de hombre fuerte.
Luego, más avanzada la trama y casamiento mediante, en una escena maravillosa, surge el acuerdo en la pareja. Kiss me before i feel sick, le dice él con la cara iluminada. Ya no es ella haciendo de las suyas, interrumpiendo. Son los dos. Porque la postura de Reynolds no es puro cuento. No puede, si se siente bien, colocarla a ella en ese lugar que la hace feliz. Lo cual me parece todo un rasgo de salud, de su parte. No puede, diferente sería que gozara haciendo de cuenta de que no puede. Mucho se ha dicho acerca de los rasgos perversos de él. Yo, realmente, no los veo. Si hay alguien perverso, en tal caso, es ella; que lleva la fantasía, del enfermarlo para poseerlo, a la práctica. Vos, yo y la enfermedad.
Luego, más avanzada la trama y casamiento mediante, en una escena maravillosa, surge el acuerdo en la pareja. Kiss me before i feel sick, le dice él con la cara iluminada. Ya no es ella haciendo de las suyas, interrumpiendo. Son los dos. Porque la postura de Reynolds no es puro cuento. No puede, si se siente bien, colocarla a ella en ese lugar que la hace feliz. Lo cual me parece todo un rasgo de salud, de su parte. No puede, diferente sería que gozara haciendo de cuenta de que no puede. Mucho se ha dicho acerca de los rasgos perversos de él. Yo, realmente, no los veo. Si hay alguien perverso, en tal caso, es ella; que lleva la fantasía, del enfermarlo para poseerlo, a la práctica. Vos, yo y la enfermedad.
Perversión
o fantasía perversa, da un poco lo mismo. El punto es que ellos logran
transformar ese “Vos, yo y lo imposible”, en otra fórmula. Que
no dista demasiado de lo que puede suceder en una pareja, pongamosle,
normal. Hay rituales, escenarios, que las parejas se arman para que
la cosa funcione. Salir los viernes sin los hijos, no cocinar los
domingos, comprar juguetes sexuales, etc.
Pero
claro, el cine es un recorte, y como tal, nos deja con la ilusión de
que esa fórmula funciona, y que se podrá sostener en el tiempo. Yo
me pregunto qué va a pasar cuando lo imposible vuelva a emerger. Y
mi fantasía, si se me permite, es que cuando se agote esto, la
triada será: vos, yo y la muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario