Por Maite Pil.
Muy a mi pesar, porque ya sabía que era medio floja y porque no me gustan, en términos generales, las películas ambientadas del siglo XIX para atrás, terminé viendo "La favorita" de Yorgos Lanthimos. Publiqué, entonces, mi parecer sobre ella en facebook y no faltó, entre los comentarios, el chabón que dijera que le había encantado porque mostraba a tres mujeres empoderadas. Sólo a un hombre se le puede ocurrir que esa es una película feminista. Las tres mujeres empoderadas son: la reina que llega a reinar porque se murió el rey, la mina que se coge a la reina para que ésta haga lo que ella quiere y la otra que se da cuenta de que para dejar de ser una sirvienta tiene que hacer lo mismo, cogerse a la reina. A veces me da ganas de mudarme de planeta.
Estoy un poco podrida de hablar de esto pero es un tema que nos tiene entrampados a todos. Estamos coartados. El problema no es el feminismo, claro está, el problema es cómo en estos últimos dos años se fueron gestando y manifestando síntomas muy particulares en relación a esto que está pasando, creo yo, sólo en la Argentina.
Se pone en debate al unísono: el derecho al aborto legal, el poliamor, que si te grita ya no es amor, que podés estar en pelotas pero si a último momento decidís no coger, estás en todo tu derecho, los piropos en la calle, el lenguaje inclusivo, las canciones de Cacho Castaña, los femicidios y el humor de los años ochentas. Es una locura. Pareciera que se discute todo junto para no resolver nada. Es como la izquierda criticando a los gobiernos populares.
Hay una frase de Zaffaroni, no la recuerdo textual, pero dice algo así como que no es lo mismo el Código Penal que la ley del padre. Entonces, la primer división que hay que tener clara es entre aquello que puede regular y prevenir el Estado y aquello que no. Las deudas del Estado con las mujeres creo que todos las tenemos bastante claras y me parece que es el primer consenso que hay que lograr. Lo que a mí me interesa pensar acá es aquello que queda por fuera, entrar en el otro terreno, el vincular, el emocional. Voy a parafrasear a Zaffaroni y decir que no es lo mismo el Código Penal que un código de pareja o de amistad. Y así debe ser.
Asocio esto inmediatamente a cuando Macri dijo que si fuese por él sacaría una ley para que fuésemos todos felices. Es muy interesante analizar esa frase a la luz de los hechos actuales. Sólo una persona que produce infelicidad puede pensar semejante cosa. No se expresa allí tanto el deseo de felicidad como el carácter prohibitivo respecto de otro sentimiento que no sea ese.
Esto no lo digo yo, lo dijo Levy-Strauss hace muchos años atrás, la ley aparece cuando nada más puede impedir que eso suceda. Sería idiota prohibir un imposible.
Entonces, así como el patriarcado no se va a caer sacando un decreto, tampoco podemos prohibir los micromachismos con la ley de lo políticamente correcto. Porque este mandato de corrección que se instaló - para algunos, de la noche a la mañana- lo que hace es taponar en vez de disolver, resolver. Si no descomprimimos y repensamos entre todos algunas consignas, vamos a terminar formando un ejercito de odiadores anónimos y lobos disfrazados de corderos.
No solo en Argentina Maite.
ResponderEliminarCuando quieras ver como termina esta novela mira España. Nos llevan un lustro de ventaja.
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