En mi ritual dominguero de investigación para el blog, decidí buscar en internet notas dirigidas a
los hombres sobre conquista y otras yerbas. Generalmente, cuando son dirigidas
a mujeres, los títulos suelen ser: “Cómo enamorar a un hombre”, “La gran noche:
Cómo vestirse para la primera cita”, “Hacete amiga de tu ginecólogo” , “Volver
con tu ex: Pros y contras de la segunda vuelta”, “Tips para ser el centro de
las miradas”, etc, etc. Y googleo, entonces, y me topo con una nota titulada “La
siempre lista”. (Publicada en la página de una famosa marca de
desodorantes que promete, al usar su producto, sexo hasta al más estúpido de
los hombres.) Una nota que habla sobre cómo detectar, al final de la noche, a una mina que esté dispuesta a irse del boliche con cualquiera.
Es decir, del lado femenino tenemos un sin fin de
preocupaciones que van dirigidas a la seducción y a la obtención del amor. Revistas
y publicaciones varias que giran en torno a esta temática son consumidas por
las mujeres. Y como en todo lo tocante al consumo, uno termina preguntándose
qué vino primero, si el producto o la demanda. Seguramente se sobredeterminen.
El problema, claro está, que el alcance, las consecuencias que de esto se
desprenden, van más allá del mero acto del comprar tal o cual revista. Se van
moldeando discursos. Imperativos sociales, por denominarlos de algún modo, que
nos afectan a todos. Que el amor es sólo
cuestión de mujeres es una gran mentira. Y basta con leer a Lacan, a Zizek, Fromm, Barthes, escuchar a
Dolina, o escuchar tango, por dar algunas referencias, para darse cuenta de que
no es así. Que el sexo ocasional es patrimonio masculino: Bueno, no hace falta
ser un genio para saber que detrás, delante, arriba, o debajo de todo hombre
que está teniendo sexo “ocasionalmente”, hay una mujer.
Hay una tendencia, una necesidad, probablemente, de
establecer diferencias entre hombres y mujeres.
Tanto más fuerte cuanto más se avance en dirección a la igualdad y la
pluralidad. Y ojo, no niego que existan
algunas diferencias así como también creo que en ciertos sentidos son necesarias. El
enigma y la curiosidad mucho tienen que ver con el deseo. Existen en tanto
construcciones simbólicas, lógicamente. Que nos van moldeando y nos hacen
identificar con tal o cual cosa y nos permiten, entonces, construir una
identidad, y adoptar una postura masculina o femenina.
Lo interesante de todo esto, y lo paradojal, es que se
acepta la igualdad en terrenos donde justamente, lo que no aparece, es la
comunión de los das posturas (masculina y femenina). Voy a hablar de hombres y
mujeres para simplificar la cuestión, pero bien sabemos que el sexo o género no
determina la elección de objeto. Vivimos en una sociedad que acepta
una mujer policía o un hombre diseñador de interiores, por dar un ejemplo
grotesco de cuestiones que antes eran patrimonio de un solo sexo y privativo
del otro. Es muy difícil hoy en día sentir al propio género como un impedimento. Entonces, mientras avanzamos en aspectos profesionales y de derechos se retrocede en otros. Sin embargo, los puntos que debieran unirnos, los aspectos en
los que deberíamos comulgar, se nos presentan como incompatibles. Hombres buscando sexo y mujeres buscando amor.
Así se plantea la cosa. (Ni hablar de los usos que se hacen del cuerpo femenino, eso ya merece un capítulo aparte). El, supuesto, desencuentro de propósitos es permanentemente planteado y
tal vez la publicidad sea la mayor cómplice de esto. Por eso creo que ahí está
la clave. El ejemplo más alevoso y
paradigmático que se me ocurre es el de la publicidad de una tarjeta de un banco. Allí
se presenta a un matrimonio completamente desigual. Ella es una romántica absoluta y él es un
apático. Uno mira eso y se pregunta por qué están juntos, qué los atrae, cuál
es el sentido de continuar con una pareja así. Lo presentan con un tono cómico,
claramente, pero es lamentable y patético. Triste, muy triste ¿Qué los une?
¿Cuál es el punto de encuentro? Usar la tarjeta de crédito.
Que cada uno saque su propia conclusión.
Hay que ahorrar para pagarse un chongazo de vez en cuando. A mi edad, digo. Eso es amor. El resto es bull shit.
ResponderEliminarMe parece es que el problema cuando se piensan las diferencias entre el hombre y la mujer no se piensa en una diferencia cualquiera, sino que siempre se plantea una diferencia entre opuestos y/o complementarios, que sigue la lógica macho/hembra: Mujer-sensible/hombre práctico, mujer retorcida/hombre básico, etc. Siempre me sonó machista esa postura y hasta hace poco no sabía por qué. Ahora pienso que quizá este planteo me moleste porque la idea de opuestos complementarios sea el único lugar donde el machismo nos deja pensar lo "femenino". Y con respecto a la pareja Galicia, ahora los une la tarjeta de cérdito (o sea, las duedas). Quizás mañana los una el escrache en el Veraz...
ResponderEliminarMe parece es que el problema cuando se piensan las diferencias entre el hombre y la mujer no se piensa en una diferencia cualquiera, sino que siempre se plantea una diferencia entre opuestos y/o complementarios, que sigue la lógica macho/hembra: Mujer-sensible/hombre práctico, mujer retorcida/hombre básico, etc. Siempre me sonó machista esa postura y hasta hace poco no sabía por qué. Ahora pienso que quizá este planteo me moleste porque la idea de opuestos complementarios sea el único lugar donde el machismo nos deja pensar lo "femenino". Y con respecto a la pareja Galicia, ahora los une la tarjeta de cérdito (o sea, las duedas). Quizás mañana los una el escrache en el Veraz...
ResponderEliminarLa cultura del consumo tiene el imperativo del placer y el castigo de la culpa del no placer.
ResponderEliminarJustamente, Lo que no se plantea es la necesidad creada que da lugar al consumo, pero por el contrario, se muestra el placer y no placer que se consigue llevándolo a cabo.
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