Por Flor Bea
Hoy me senté en el
sillón a pensar en vos pero no pude pensarte
porque no recuerdo tu
cara.
No recuerdo tu cara.
No la recuerdo ni de
frente ni de perfil. No te recuerdo de espaldas tampoco.
Y no es que te haya
olvidado.
Vaya si te hubiera
olvidado….
A cada lugar donde voy
te recuerdo.
Hoy iba en auto y te
recordé tanto tanto, que volví a llorar por nosotros.
Tuvieron que
consolarme.
Pero tu cara no vino.
Se me fugó tu cara.
Sí, sé de qué color
era tu pelo y tus ojos.
Y sé perfectamente
cómo era tu nariz.
Pero no los recuerdo.
Saber no es recordar.
Sé que te besé, pero
no me recuerdo besándote.
No recuerdo el sabor
de tu boca ni la diferencia de altura ni los dos en la cama.
No me acuerdo de vos y
yo en la cama.
Y recuerdo que la
última o la anteúltima vez
(ves, no recuerdo con
exactitud)
me hiciste el amor de
una manera suave como solo en una amarga despedida
podríamos haber hecho
y yo mire hacia la ventana que tenía a mi derecha,
Y a través de la
ventana vi la luna que estaba a mi derecha.
Y pensé,
recuerdo que pensé
que no tenía que
olvidar esa noche, nuestros cuerpos,
tu desnudez petróleo.
Pero hoy no la
recuerdo. Sin embargo, hoy, ya no recuerdo.
Sí, claro que tengo
todavía recuerdos de vos:
recuerdo tu campera
marrón y recuerdo tus pies.
Recuerdo especialmente
las uñas de tus pies.
Y creo que recuerdo
también las uñas de tus manos.
Recuerdo una noche
sentados los dos en una especie de escalinata en San Telmo, tomando cerveza del
pico.
¿Tomábamos cerveza del
pico?
Sí, te recuerdo en nuestra
primera cita, ¿y qué?,
¿acaso vos eras vos y
yo era yo?
¿Quién era yo?
¿Era yo?
¿Entonces era yo?
Quiero preguntar:
antes de conocerte, vos quién eras y yo quién era.
Me gustaría amarte
como no te he conocido
(no, no es cierto, no
sé si te soporto sin los cambios hechos a mi medida).
Por mi parte, yo nacería de nuevo sólo para
arreglarme y que me ames arreglada, reparada (así estoy hecha daño).
Y te pregunto: ¿cómo
es tu cara?
Sabés, sé que has
llorado tanto…
Delante de mí,
incluso, has llorado tanto.
Y no te recuerdo
llorando.
No sé qué expresión
hacés cuando llorás.
Puedo escuchar tu risa
(¿puedo escuchar tu risa?).
No, no es cierto, no
puedo escuchar tu risa.
Y cuando hablamos por
Skype escucho tu voz y te reconozco, sí, claro,
nunca pensé que alguien
hubiera usurpado tu cuenta…
Pero no te reconozco.
¿De qué nos estamos
hablando?
Quiero decir:
¿acaso crees que sabes
quien soy?
Es que si no tienes ni
idea de quién eres…
¿Y crees que siempre
hablo de tú?
No, por supuesto que
no, hablo de vos.
Yo hablo de vos.
Todo el día hablo de
vos.
Con todos hablo de
vos.
¿Y vos?,
¿recordás la cara que
pongo cuando hago el amor?
No, perdón, la
pregunta es otra: ¿sabés qué cara
pongo?
De qué estamos
hablando ahora.
Quiero decir, ¿por qué
decidiste amarme?
Yo no recuerdo tu
cara.
Entendeme, escuchame,
atendeme un momentito y después seguís con lo que estás haciendo: yo no
recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no
recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara.
Y miro fotos y te
reconozco, sí, pero no me ayudan a recordar nada.
Reconocer no es lo
mismo que recordar.
Y si la policía
viniera con una foto tuya y me gritara:
¡alto ahí!, ¿¡conoce,
usted, a este sujeto!?
Contestaría que sí si
decidiera decirles la verdad,
pero conocer no es
recordar.
Recuerdo una de las
peores cenas que tuvimos, allá en el centro de Buenos Aires.
(¿cuál de todas las
peores?
La de nuestro
aniversario).
Qué dolor.
Sabés qué pasa…
Ah, antes, pregunto:
¿vos me mirabas cuando
hacíamos el amor?
Porque yo sí, pero no
vi si vos me mirabas… ¿ves cómo es?
¿Recordás cómo era?
Y tu respiración…
No recuerdo tu
respiración
y sin embargo todo el
día respirabas,
todo el día, todo el
día.
¿Qué voy a hacer con
vos?
¿Qué voy a hacer sin
vos?
Si yo te miraba todo
el día…
¿te acordás que a vos
te gustaba cómo yo te miaraba?
(Amame por haberte
mirado,
por favor, amame).
Vos eras una
luciérnaga,
eras poeta y eras gay,
eras un reptil y una
mariposa.
Eras niebla.
Yo era lluvia,
era truenos y era
brisa,
era risa y era trampa,
era rampa.
Era espinas.
Después nos
encontramos.
Y vos me dijiste a mí:
Tú eres fuego y yo
quiero estar contigo.
Y yo te hice burla,
y no me acuerdo si en
el momento me quedé pensando
en que te estaba haciendo burla
o en lo que te estaba
diciendo.
Te estaba diciendo:
sabés qué pasa…
Eso te pregunté unas
líneas más arriba
para revelarte qué
paso entre vos y yo,
pero de verdad qué
pasó
(ni las mariposas ni
los vientos, ¡la verdad!),
pero ya no lo recuerdo
y eso también es estar
hecha daño.
Montevideo,
agosto de 2012
es genial! bravo!
ResponderEliminarMe encantó.
ResponderEliminarmuy bueno !
ResponderEliminarmuymuy genial
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