lunes, 6 de agosto de 2012

Así estoy hecha daño

Por Flor Bea

Hoy me senté en el sillón a pensar en vos pero no pude pensarte
porque no recuerdo tu cara.
No recuerdo tu cara.
No la recuerdo ni de frente ni de perfil. No te recuerdo de espaldas tampoco.
Y no es que te haya olvidado.
Vaya si te hubiera olvidado….
A cada lugar donde voy te recuerdo.
Hoy iba en auto y te recordé tanto tanto, que volví a llorar por nosotros.
Tuvieron que consolarme.
Pero tu cara no vino. Se me fugó tu cara.
Sí, sé de qué color era tu pelo y tus ojos.
Y sé perfectamente cómo era tu nariz.
Pero no los recuerdo.
Saber no es recordar.
Sé que te besé, pero no me recuerdo besándote.
No recuerdo el sabor de tu boca ni la diferencia de altura ni los dos en la cama.
No me acuerdo de vos y yo en la cama.
Y recuerdo que la última o la anteúltima vez
(ves, no recuerdo con exactitud)
me hiciste el amor de una manera suave como solo en una amarga despedida
podríamos haber hecho y yo mire hacia la ventana que tenía a mi derecha,
Y a través de la ventana vi la luna que estaba a mi derecha.
Y pensé,
recuerdo que pensé
que no tenía que olvidar esa noche, nuestros cuerpos,
tu desnudez petróleo.
Pero hoy no la recuerdo. Sin embargo, hoy, ya no recuerdo.
Sí, claro que tengo todavía recuerdos de vos:
recuerdo tu campera marrón y recuerdo tus pies.
Recuerdo especialmente las uñas de tus pies.
Y creo que recuerdo también las uñas de tus manos.
Recuerdo una noche sentados los dos en una especie de escalinata en San Telmo, tomando cerveza del pico.
¿Tomábamos cerveza del pico?
Sí, te recuerdo en nuestra primera cita, ¿y qué?,
¿acaso vos eras vos y yo era yo?
¿Quién era yo?
¿Era yo?
¿Entonces era yo?
Quiero preguntar: antes de conocerte, vos quién eras y yo quién era.
Me gustaría amarte como no te he conocido
(no, no es cierto, no sé si te soporto sin los cambios hechos a mi medida).
Por  mi parte, yo nacería de nuevo sólo para arreglarme y que me ames arreglada, reparada (así estoy hecha daño).
Y te pregunto: ¿cómo es tu cara?
Sabés, sé que has llorado tanto…
Delante de mí, incluso, has llorado tanto.
Y no te recuerdo llorando.
No sé qué expresión hacés cuando llorás.
Puedo escuchar tu risa (¿puedo escuchar tu risa?).
No, no es cierto, no puedo escuchar tu risa.
Y cuando hablamos por Skype escucho tu voz y te reconozco, sí, claro,
nunca pensé que alguien hubiera usurpado tu cuenta…
Pero no te reconozco.
¿De qué nos estamos hablando?
Quiero decir:
¿acaso crees que sabes quien soy?
Es que si no tienes ni idea de quién eres…
¿Y crees que siempre hablo de tú?
No, por supuesto que no, hablo de vos.
Yo hablo de vos.
Todo el día hablo de vos.
Con todos hablo de vos.
¿Y vos?,
¿recordás la cara que pongo cuando hago el amor?
No, perdón, la pregunta es otra: ¿sabés qué cara pongo?
De qué estamos hablando ahora.
Quiero decir, ¿por qué decidiste amarme?
Yo no recuerdo tu cara.
Entendeme, escuchame, atendeme un momentito y después seguís con lo que estás haciendo: yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara, yo no recuerdo tu cara.
Y miro fotos y te reconozco, sí, pero no me ayudan a recordar nada.
Reconocer no es lo mismo que recordar.
Y si la policía viniera con una foto tuya y me gritara:
¡alto ahí!, ¿¡conoce, usted, a este sujeto!?
Contestaría que sí si decidiera decirles la verdad,
pero conocer no es recordar.
Recuerdo una de las peores cenas que tuvimos, allá en el centro de Buenos Aires.
(¿cuál de todas las peores?
La de nuestro aniversario).
Qué dolor.
Sabés qué pasa…
Ah, antes, pregunto:
¿vos me mirabas cuando hacíamos el amor?
Porque yo sí, pero no vi si vos me mirabas… ¿ves cómo es?
¿Recordás cómo era?
 Y tu respiración…
No recuerdo tu respiración
y sin embargo todo el día respirabas,
todo el día, todo el día.
¿Qué voy a hacer con vos?
¿Qué voy a hacer sin vos?
Si yo te miraba todo el día…
¿te acordás que a vos te gustaba cómo yo te miaraba?
(Amame por haberte mirado,
por favor, amame).
Vos eras una luciérnaga,
eras poeta y eras gay,
eras un reptil y una mariposa.
Eras niebla.
Yo era lluvia,
era truenos y era brisa,
era risa y era trampa,
era rampa.
Era espinas.
Después nos encontramos.
Y vos me dijiste a mí:
Tú eres fuego y yo quiero estar contigo.
Y yo te hice burla,
y no me acuerdo si en el momento me quedé pensando 
en que te estaba haciendo burla
o en lo que te estaba diciendo.
Te estaba diciendo: sabés qué pasa…
Eso te pregunté unas líneas más arriba
para revelarte qué paso entre vos y yo,
pero de verdad qué pasó
(ni las mariposas ni los vientos, ¡la verdad!),
pero ya no lo recuerdo
y eso también es estar hecha daño.

Montevideo, agosto de 2012

4 comentarios: