jueves, 21 de octubre de 2010

Un problema platónico



Por Maite Pil 


Esta no era una ocasión especial, era otro de sus amistosos encuentros. Habían sufrido una serie de inconvenientes para concretarlo, problemas con la coordinación de los horarios, y las voluntades, porque como bien decía ella, él nunca proponía un plan b.
Cata estaba un poco cansada de la dinámica te- recibo-con-un-beso-en-el-cachete-y-te-despido-con-uno-en-la-boca.
Ella había tenido una semana complicada, angustiosa, y había quedado más molesta aún después de enterarse de que la mayoría de los pacientes que estaba observando en la residencia, locos hechos y derechos, estaban en pareja. “Voy a hablar seriamente con mi analista” solía comentar irónica e histéricamente con sus compañeros de la facultad.

Ruben pidió una cerveza, una vez ubicados dentro del bar; ella lo miraba expectante, hasta que su propio pensamiento le irrumpió la calma: “¡¿Cómo puede ser que hasta un esquizofrénico consiga novio?!”.
Algo no estaba funcionando para Cata, no lo disfrutaba, sentía una molestia, leve pero generalizada, una sensación parecida a cuando tenía unas líneas de fiebre. Supo que, a menos que su estado de ánimo remontara, iba a terminar comprándose un antibiótico, amoxicilina probablemente.

Mientras Ruben le contaba todas las actividades que le sumaban puntos en la escala de intelectualidad, Cata sufrió algo muy parecido a una fuga. Ella veía que él le hablaba, y hasta alcanzó a escuchar nítidamente algunas palabras, pero su pensamiento la absorbió: “No sé para qué me estrené esta remera hoy, creo que si venía con el pijama hubiera estado vestida más acorde... ¿Le está mirando el culo a la mesera? Ahh... ¡¡Pero es lo último que me faltaba!! ¡¿Qué se viene a hacer el libidinoso este pelotudo?!”
 - ¿Qué tal vos? - Con esa pregunta irrumpió Ruben la escena mental de Cata.
 - Bien -le contestó con una sonrisa al mismo tiempo que continuó mentalmente la respuesta “¡¿Qué querés que te diga, que estuve toda la fucking semana esperando que me confirmaras si nos íbamos a ver o no, ehh?!.”
 - Porque te noto un poco molesta o incómoda..
 - No... es que... -ella supo que tenía que asumir que eso no iba, se tomó unos segundos para convencerse, y decidió dar luz verde a un acto de honestidad brutal- no me siento muy bien... Recién cuando le miraste el culo a la mesera, y ojo que esto no es reproche en absoluto, me acordé de lo que es sentir celos, y de mi ex novio, y de lo complicado que es el amor, y de la sesión que tuve esta semana con mi analista...
 - Pero no le miré el culo -dijo Ruben con la velocidad de un reflejo involuntario- si se lo miré ni me di cuenta.
 - Jaja... No importa, no te voy a poner en penitencia, aunque estoy segura de que sí se lo miraste.
 - Bueno, si vos decís...
 - Sí, igual en mi defensa voy a decir que en absoluto me siento amenazada por ese culo, pero no es el punto. O sea, no me amenaza físicamente, me amenaza psíquicamente, entendés la diferencia? No sé qué es peor te digo.

El diálogo duró lo que tardaron en terminar la cerveza. Ruben no entendió, nunca, la diferencia entre culos que amenazan en el mundo de las ideas, es decir, culos platónicos, y los otros culos. Cata no lo culpaba por eso,total, ella ya tenía material para su próxima sesión.

2 comentarios:

  1. Jajaja me hicieron reír! Descubrí su Blog hace solo un par de horas. No puedo parar de leer!
    Me sentí identificada, me reí, me angustié y con los relatos eróticos, me prendí fuego!
    Gracias!

    Saludos!

    Flor

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  2. Bienvenida Flor!!!!
    Y gracias por la buena onda!
    Besos, Maite Pil.

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