viernes, 29 de octubre de 2010

5 propuestas en busca de un espectador


·      29/10 – 23 hs. – Desde Irina, de Julieta Alfonso, en Teatro del Artefacto: Sarandí 760. Gratis.
·      30/10 – 19.30 hs.- Patricia Bélières y Pablo Fraguela, en el ciclo de música francesa en la Boutique del Libro San Isidro: Chacabuco 459. $30.
·      30/10 – 21 hs. – Les chansons d’ amour, de Christophe Honoré (Francia, 2007), en Sala Leopoldo Lugones: Av. Corrientes 1530.
·      31/10 – 21 hs. – Feizbuk, de José María Muscari, en Ciudad Cultural Konex: Sarmiento 3131. $40.
·      01/11 – 21.30 hs. – Nasty Mondays, en los ciclos de música en La Castorera: Av. Córdoba 6237. Damas… ¡gratis!; caballeros: $10.


miércoles, 27 de octubre de 2010

Pizza con orgasmo

Por Flor Bea

Dicen que es común que suceda entre médicos que se pasan la noche juntos haciendo guardias. Bueno, también es común entre contadores que se quedan haciendo horas extra para cerrar el balance, o entre estudiantes que se quedan hasta las cinco de la mañana preparando el final que rinden al día siguiente. Sí, es común. Es común sobre todo cuando ya llevan varias noches con ese ritmo, juntos. Entonces, de pronto tu colega médico sale del baño subiéndose la bragueta delante de vos, con absoluta confianza, mientras te dice: “Yo creo que si mañana no le baja la fiebre deberíamos hablar con el Dr. Fulano a ver qué opina”. Y vos estás pensando que es muy hábil subiendo cierres y que seguramente bajándolos también. Y que desabrochando corpiños debe ser hermoso, sobre todo si es de esos que te dan besos en la nuca mientras lo hacen, o te corren el pelo pasándolo por encima de tu hombro con la misma delicadeza que en el siglo pasado se metían cartas de amor en un sobre. “¿Te parece bien?”. “Sí, me parece perfecto”, le respondés, porque a esa altura, le darías todos los gustos toda la noche. Sí, le darías toda la noche, todos los gustos.

Scrubs[1], temporada 1, capítulo 15. No apto para mujeres que acaban de perder a un buen amante (de esos buenos amantes que, encima, se hacen querer algo… o bastante). La Dra. Elliot Reid (Sarah Chalke) está en la casa de su compañero, el Dr. J.D. (Zach Braff), tomando un cerveza y escuchando las disculpas que él le pide por haberla acusado, el día anterior, de estar celosa de la minita que lo tenía embobado. Pero como la minita ya fue, por razones que a esa altura a nadie le interesan, Elliot aprovecha el tema de los celos para hacerle saber a su colega que, por dios, sí, muere por acostarse con él. Llamalo celos, llamalo calentura, llamalo amor, llamalo como quieras, J.D, ¡pero llevala de una buena vez a la cama! Él es entre tímido y dormido, así que ella lo empuja hasta la habitación.
Día siguiente. J.D amanece plácidamente en su cama, como todas las mañanas, pero con un rubio detalle: ¡Elliot a su izquierda!
Dicen que es normal que en esos momentos pienses: “Y ahora qué hago, qué le digo, ¿vamos a trabajar juntos o le digo que vaya yendo primero, así no nos ven llegar al mismo tiempo?, en el trabajo… ¿lo miro con cara de “nunca me acosté con vos” o con cara de “te conozco desnudo”?, ¿le hablo ahora del tema o no le hablo ahora ni nunca?, ¿le cuento a alguna compañera o guardo el secreto?, ¿lo consulto con él?, ¿volverá a repetirse? No, nunca más, es una locura, no tendría que haber pasado, qué resaca de mierda…”, etc, etc.
Momentos incómodos si los hay. Elliot está tratando de autoconvencerse de que no hay motivos para sentirse así, de que esas cosas ocurren todo el tiempo. Incluso, le dice a J.D que deberían simplemente pasarlo por alto y dejar las cosas tal como estaban el día anterior. J.D lo acepta como un niño obediente. Pero de pronto, dan vuelta todo. Ambos asumen que no quieren despedirse, y Elliot vuelve a la cama de él mientras va desnudándose por el camino. J.D, que tiene de torpe lo que ella tiene de rápida, llega a la cama después de tropezarse en el trayecto que va del living a la habitación.
Polvo, tras polvo, tras polvo, transcurren varias horas en las que se quedan juntos prácticamente sin sacar los cuerpos de la cama (se ve que tenían franco los dos). Como son mortales, suponemos que se levantan para ir al baño (la serie no lo muestra). Como son mortales, y encima están gastando calorías a lo loco, necesitan alimentarse: se piden una pizza (sabemos que J.D le abre al chico del delivery aunque la serie no lo muestra).
Comen en la cama. Se llenan los labios de grasa y se pasan la grasa de boca a boca, de lengua a lengua y quién sabe por dónde más. Ella quiere repetir: otra porción, más de él, lo que sea. Elliot está insaciable, pero bien: J.D sabe complacerla.
Elliot necesita hablar de la relación: después de la quinta vez de acostarse con un tipo le gusta aclarar cómo son las cosas. Evidentemente, por vez no cuenta encuentro o cita sino polvo, así que a las 4 PM le pregunta a J.D si son novios. “Sí”.
Se hacen las 9 de la noche, ya llevan horas de sexo, de pizza y de noviazgo; se ríen, juguetean. 11.59 PM se despiden esperanzados y casi convencidos de que eso va a funcionar. Se van a extrañar toda la noche (eso en mi barrio es enamoramiento). Pero lo bueno es que saben que en un par de horas vuelven a verse en el trabajo. Qué lindo.
Y aunque en los días sucesivos todo sale como el culo, porque tener pareja no es algo que a Elliot y a J.D les resulte precisamente fácil (como a varios mortales que varios conocemos), quién te quita el recuerdo de una jornada así, ¿no? Claro que tampoco se puede transformar un encuentro como ese en algo cotidiano, porque la mujer en cuestión terminaría necesitando un trasplante de vagina, como Elliot misma dice a juzgar por la suya, también a las 4 PM.

De todos modos, si van a imitar la escena en casa, un consejo: ¡OJO con la muzzarella!, mucho cuidado. Es un peligro comerse una porción de pizza acostado boca arriba. Y más peligroso aun que la posición, es estar masticando un pedazo mientras vas alcanzando el orgasmo… El tema es que si, a causa del grito o la euforia, se te llega a enredar la muzzarella en las cuerdas vocales, o se te queda pegado un pedazo en las amígdalas, no la contás. Ellos porque son médicos y sabrán de primeros auxilios, pero los que no, deberíamos ser prudentes, al menos, con ese tipo de queso.
Porque una cosa es que la historia se cague después por incompatibilidad de caracteres (como, según dice el Dr. Cox en este mismo capítulo, les sucede a 9 de cada 10 parejas) o por incompetencia para el amor (ignoremos estadísticas o nos deprimiremos); y otra, muy diferente, es cagarte una tarde así por querer combinar pizza con orgasmo. Mejor, bajala primero con una copita de champagne (a la pizza, digo).




[1] Scrub -bb- verbo transitivo - fregar, restregar, refregar.

viernes, 22 de octubre de 2010

5 cosas que no podés dejar de hacer

·      23/10 – 19.30 hs. – Festival Latinoamericano de Poesía: Salida al Mar 2010, en Librería La Libre: Bolívar 646, San Telmo.
·      24/10 – 18 hs. - Te creís la más linda (pero eris la más puta), de Che Sandoval. Film chileno en Cineclub Buenos Aires MonAmour, San Telmo (sólo con reservas: 15-5507-2733).
·      24/10 – 19 hs. – Hasta que tu muerte nos separe, obra teatral de Gustavo Cornillon, en Inboccalupo: Virrey Arredondo 2493 - $40.
·      25/10 – 21.30 hs. – Elvis y Madonna – III Cine Fest Brasil-Buenos Aires, en Cine Hoyts, Abasto - $20.
·      26/10 – 20.30 hs. – El amante del amor, obra teatral sobre textos de William Shakespeare, en Patio de actores: Lerma 568 - $45.

jueves, 21 de octubre de 2010

Un problema platónico



Por Maite Pil 


Esta no era una ocasión especial, era otro de sus amistosos encuentros. Habían sufrido una serie de inconvenientes para concretarlo, problemas con la coordinación de los horarios, y las voluntades, porque como bien decía ella, él nunca proponía un plan b.
Cata estaba un poco cansada de la dinámica te- recibo-con-un-beso-en-el-cachete-y-te-despido-con-uno-en-la-boca.
Ella había tenido una semana complicada, angustiosa, y había quedado más molesta aún después de enterarse de que la mayoría de los pacientes que estaba observando en la residencia, locos hechos y derechos, estaban en pareja. “Voy a hablar seriamente con mi analista” solía comentar irónica e histéricamente con sus compañeros de la facultad.

Ruben pidió una cerveza, una vez ubicados dentro del bar; ella lo miraba expectante, hasta que su propio pensamiento le irrumpió la calma: “¡¿Cómo puede ser que hasta un esquizofrénico consiga novio?!”.
Algo no estaba funcionando para Cata, no lo disfrutaba, sentía una molestia, leve pero generalizada, una sensación parecida a cuando tenía unas líneas de fiebre. Supo que, a menos que su estado de ánimo remontara, iba a terminar comprándose un antibiótico, amoxicilina probablemente.

Mientras Ruben le contaba todas las actividades que le sumaban puntos en la escala de intelectualidad, Cata sufrió algo muy parecido a una fuga. Ella veía que él le hablaba, y hasta alcanzó a escuchar nítidamente algunas palabras, pero su pensamiento la absorbió: “No sé para qué me estrené esta remera hoy, creo que si venía con el pijama hubiera estado vestida más acorde... ¿Le está mirando el culo a la mesera? Ahh... ¡¡Pero es lo último que me faltaba!! ¡¿Qué se viene a hacer el libidinoso este pelotudo?!”
 - ¿Qué tal vos? - Con esa pregunta irrumpió Ruben la escena mental de Cata.
 - Bien -le contestó con una sonrisa al mismo tiempo que continuó mentalmente la respuesta “¡¿Qué querés que te diga, que estuve toda la fucking semana esperando que me confirmaras si nos íbamos a ver o no, ehh?!.”
 - Porque te noto un poco molesta o incómoda..
 - No... es que... -ella supo que tenía que asumir que eso no iba, se tomó unos segundos para convencerse, y decidió dar luz verde a un acto de honestidad brutal- no me siento muy bien... Recién cuando le miraste el culo a la mesera, y ojo que esto no es reproche en absoluto, me acordé de lo que es sentir celos, y de mi ex novio, y de lo complicado que es el amor, y de la sesión que tuve esta semana con mi analista...
 - Pero no le miré el culo -dijo Ruben con la velocidad de un reflejo involuntario- si se lo miré ni me di cuenta.
 - Jaja... No importa, no te voy a poner en penitencia, aunque estoy segura de que sí se lo miraste.
 - Bueno, si vos decís...
 - Sí, igual en mi defensa voy a decir que en absoluto me siento amenazada por ese culo, pero no es el punto. O sea, no me amenaza físicamente, me amenaza psíquicamente, entendés la diferencia? No sé qué es peor te digo.

El diálogo duró lo que tardaron en terminar la cerveza. Ruben no entendió, nunca, la diferencia entre culos que amenazan en el mundo de las ideas, es decir, culos platónicos, y los otros culos. Cata no lo culpaba por eso,total, ella ya tenía material para su próxima sesión.

viernes, 15 de octubre de 2010

5 cosas que no podés dejar de hacer


  • 15/10 - 20 hs. - Cruzando el puente, de Fatih Akin - Cineclub BsAs MonAmour, San Telmo (exclusivamente con reserva, ¡llamen!).
  • 16/10 - 18.30 hs. - Jugar con fuego, de August Strindberg - Querida Elena Sencillas Artes, Pi y Margall 1124 (a una cuadra de parque Lezama). 
  • 17/10 - 18 hs. - PostParto, dir. Ignacio Apolo - Teatro del Nudo, Av. Corrientes 1551 ($70).
  • 17/10 - 19.30 hs. - @mores Fóbicos, al borde de un ataque de chat, dir. Fernando Alegre - Liberarte, Av. Corrientes 1555 ($30).
  • 20/10 - 20 hs. - Mujeres terribles (obra teatral que relata un encuentro entre Ocampo y Pizarnik) - Sala Muiño del Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551 4º piso. ¡Último día!

miércoles, 13 de octubre de 2010

Marathon Miércoles

Por Flor Bea

Ilustración: Juan Manuel Barrientos

Miércoles. Día atareado si los hay. Encima, diluvia. De yoga (8 am) a la oficina (9 am); de ahí, al taller de cerámica (18 pm); del taller, a lo de Martín (21 pm).
Martes 22.36 pm. Laura, al teléfono, dijo: “¿Te parece, Carla, ir del taller a lo de este pibe? No sé cómo hacés, yo necesito –mínimo- cuatro horas antes de la cita estar en mi casa y prepararme. Además… ¡a la casa!, si me dijeras que se encuentran en un bar, bueno, pero a la casa… van a terminar en la cama y vos te bañás… ¿a qué hora?”. “A las 6 y media, porque encima mañana tengo yoga, me levanto más temprano. ¡No!, pero olvidate, no pasa nada, Lau, tampoco es tan grave, al contrario: re espontáneo, más relax para todos. Tampoco me importa demasiado, eh”.
Lunes 16.58 pm. Martín, vía mail: “Hola, Car, ¿preferís que cenemos en casa?, yo estoy en Belgrano. Bah, no sé, como quieras, yo por vos, eh. A mí me da igual. También podemos ir por Palermo que nos queda a los dos cerca, si tu taller queda en Colegiales…”. “No, pero Belgrano también me queda bien. Voy para ahí, despreocupate”.
Miércoles 9 am. Llego a la oficina, dejo el paraguas abierto para que se seque. Mi pelo es puro frizz por la humedad. Me pongo desodorante de nuevo, igual en yoga no transpiro nada.
Martes 23.48 pm. Me depilé de punta a punta.
Miércoles 13.30 pm. No tengo hambre, tengo un agujero en el estómago. Saber que tengo una cita a la noche me abre el apetito. No voy a almorzar un yogurt como siempre, prefiero algo de harina, que me absorba los jugos gástricos: no estoy dispuesta a llegar a lo de Martín con ruidos en la panza. Bajo a la rotisería de la cuadra. Camino por la calle porque en la vereda angosta no entramos todos. La chica me reconoce aunque hace mil que no le compro: “Todo bien, ¿vos? Dame una porción de tarta de calabaza”.
18.04 pm. Corro como una loca por la ciudad de Buenos Aires esquivando todos los oficinistas del Bajo para llegar al subte a tiempo y al taller a horario. Cuatro rayos furiosos de sol parten al medio la atmósfera contaminada que atravieso. Subte. Lleno de gente. Con el paraguas golpeo sin querer a un nene de unos ocho años: “perdón”. Al pedo, ni me mira, ni me escucha: va con música. Mi cabeza queda a la altura de la axila del tipo que tengo al lado. “Espero no tener yo ese olor”, pienso. Por la columna vertebral me corren dos gotitas de transpiración. Una vértebra hace que una se desvíe. Decido que debo tener escoliosis, que mañana sin falta saco turno con un traumatólogo. La que no se desvió me llega al huesito dulce, me hace cosquillas. Tengo ganas de pedirle a uno que está sentado que me rasque o me seque; es lindo: ojos almendra y barbita marrón con pocas canas. Siento deseos de transpirar con un hombre en la cama. Pienso en Martín; lo conozco físicamente, pero lo vi una sola vez en mi vida y hace bastante, no me acuerdo casi nada.
18.29 pm. Hago un cenicero y, mientras, pienso que es ridículo llegar con el paraguas a su casa. Es más, decido que es ridículo ir a su casa directamente de todas mis actividades; “tendría que haber faltado al taller e ir a bañarme, cambiarme, maquillarme, como una mujer normal. Laura tenía razón”. ¡Sí, tengo la certeza de que es ridículo! “¿Por qué hice una cosa así?”. Decido que tengo que hablarlo en terapia, que es significativo. Pienso que lo más sensato sería cancelar la cita. O plantarlo.
18.30 pm. Ahora pienso: “Ya es tarde para deshacerlo todo. Hacete cargo”. No me animo a irme antes de que termine la clase de cerámica, nadie entendería nada, ninguna hizo eso nunca en los cuatro años que llevamos de taller. Desesperación, “qué hago”. Dejo el cenicero y agarro el porta cosméticos. Baño. Me lavo los dientes en la casa de mi profe de cerámica. Pienso: “Al menos adelanté con algo: los dientes ya están”.
20 pm. Salgo volando de la clase. Perezco una loca, se dieron cuenta de que algo me pasa, salí sin darles un beso, ridículo. Quiero deshacerme del paraguas, hace nueve horas que no llueve. Pienso en tirarlo en un tacho de basura. “No, Carla, te gusta el paraguas y Martín no sabés todavía. No lo hagas, no sacrifiques más por un tipo que no sabés si va a resultar”. “Tenés razón”, me contesto. Tengo que tranquilizarme.
20.18 pm. Entro a una perfumería. Hago de cuenta que me interesan los precios de los perfumes importados. Los miro con atención y pongo cara de “no son tan caros, para nada…” y así, como al paso, mientras voy yendo hacia la puerta para salir, me pongo mucho Ciel en las muñecas. Por suerte, probador. “Los dientes y las muñecas ya están”, pienso.
20.27 pm. Sigo caminando hacia el subte. Estoy dispuesta a tranquilizarme y pensar soluciones inteligentes al tema del paraguas. “Ok, no lo voy a tirar, pero no voy a llegar a su casa con él”, está decidido. De pronto… ¡la solución!
20.31 pm. Eki. Supermercado abierto, pero a punto de cerrar. Lo tengo todo planeado. Voy a los lockers rojos, meto el paraguas y cierro con llave. Tengo que comprar algo para justificar que estoy ahí adentro. Pero comestible no, ya me lavé los dientes. “¿Qué compro?”. No se me ocurre nada, la mente se me pone en blanco, empiezo a sentirme mareada. Pienso que lo mejor es ir y hablar con la cajera, sinceramente. De mujer a mujer. Es más: de humano a humano. Después de todo, somos todos seres humanos, nos pasan las mismas cosas. Sólo que a veces nos ponemos tímidos y tontos, pero es una picardía. “Yo sólo necesitaba guardar un paraguas hasta mañana”, practico para adentro mientras avanzo hacia la caja. Llego, estoy por hablar, pero me mira como diciendo: “Dale, tarada, apoyá el producto que llevás en la cinta así te cobro de una puta vez y puedo cerrar la caja para irme a mi casa y estar con mi marido y mi bebé, forra”. Le pido unos OB Súper. Los tiene sobre su cabeza en una especie de pecera colgante, bajo llave. “¿Bolsa?”. No, los meto en la cartera. Salgo rápido, tengo miedo de que el pibe que estaba cerca de los lockers me grite: “¡Ey!, tu paraguas, ¡te lo estás olvidando!”. Sí, seguro, porque me vio cuando lo guardé, sí, está por gritarlo, la puta madre. Salgo corriendo, empiezo a correr mucho. Estoy dispuesta a llegar a lo de Martín corriendo. A las tres cuadras me doy cuenta de que es una locura. Paro, nadie me sigue. Me empapé en transpiración. Me pongo desodorante de nuevo, en medio de Av. Cabildo. No me importa nada. Ya no me siento olor a Ciel.
20.45 pm. Subo al subte. Planeaba retocarme el maquillaje en el viaje. Pero no hay un puto asiento libre. Me bajo sin poder hacerlo. Mientras salgo por la escalera mecánica, pienso que mañana en algún momento del día debería ir a Eki a buscar el paraguas. Me lo agendo: tengo miedo de olvidarlo. Aunque cuando vea la llave del locker en mi cartera, me voy a acordar. “Qué boluda, para qué lo agendé”. Lo tacho. Después voy a ver si puedo tapar el tachón con algún sticker.
21.05 pm. Entro a un McDonalds a usarles el baño. Me retoco por fin el maquillaje. Estoy impresentable. Me digo en el espejo, mirándome fijo a los ojos: “Ni se te ocurra permitir que descubra que nunca pasaste por tu casa. Es lo último que tenés que permitir, Carla. Él tiene que creer que, como una mina normal, estuviste en tu casa preparándote para él, re tranqui, con música clásica de fondo. Y que estás así, relajada y limpia, normal…”. Me lavo las manos. “¡La concha de la lora! Esto no es jabón, es un desinfectante de la hostia, ¡¿la gente cómo mierda hace para comer hamburguesas con este olor en las manos?!”. Empiezo a sentirme un poco cansada. Tal vez necesite masajes, ojalá Martín sepa hacer.
21.18 pm. Salgo de McDonalds. Avanzo por las veredas con las manos bien abiertas y los dedos separados para que se ventilen. “Cuando lo bese, me tengo que acordar de no acariciarle los labios con las yemas de los dedos”.
21.22 pm. Toco timbre. “Ahí bajo”. No sé en qué posición esperar. Sé que la ideal es algo así como la espalda apoyada contra la pared que tiene el portero eléctrico, pierna derecha en el primer escalón e izquierda en el segundo. Pero no puedo sostenerla cual momia. Paso por otras, estoy dejando esa para lo último. Aparece. “Qué ascensor rápido”. Bueno, me la reservo para la próxima.
21.25 pm. Subimos al ascensor. “¿Te ubicaste bien para llegar desde Colegiales?, ¿venías de un taller, no?”. Noooooooooooooooooooooooooooo. Pero qué idiota, ¡¿¿yo se lo dije??! No me acuerdo nada, pierdo nociones, me descompongo, me baja la presión, en ese momento decido que tengo claustrofobia en los ascensores, empalidezco, se me tapan los oídos, se me dan vuelta los ojos. Negro.
22.17 pm. Llega mi taxi. Subo después de “chau, hablamos”. El olor a desinfectante en las manos no me deja componerme. Le pido que frene para vomitar. Vomito la vida. “Ahora sí. Meta quinta, lleguemos de una buena vez a mi casa. Sólo quiero dormir. Mañana tengo un día complicado”: oficina en el Bajo, sacar algunos turnos por teléfono, psicóloga en Barracas y Eki en Colegiales. “En la otra punta de la ciudad, la concha de lora, me cago en la puta mierda y en la putísima lluvia”.

viernes, 8 de octubre de 2010

5 cosas que no podés dejar de hacer

  • 9/10 - 19.30 hs. - Hiroshima mon amour, de Alain Resnais -Cine Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530. 
  • 9/10 - 20 hs. - Un poyo rojo - IV Edición del Festival de Danza Contemporánea. En la Terraza del Centro Cultural Recoleta (y días sucesivos, otras presentaciones). Entrada Libre y Gratuita.
  • 9/10 - 23.30 hs. - La idea fija - Teatro El Portón de Sánchez, Sánchez de Bustamante 1034.
  • 10/10 - 20 hs. - Ivanov - Teatro del Artefacto, 150 años con Antón Chéjov, Sarandí 760. Entrada Libre y Gratuita.
  • 13/10 Carmen, pasión y muerte, de Jean Luc Godard - Cine Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, Av. Corrientes 1530. 

jueves, 7 de octubre de 2010

Mutismo

Por Maite Pil

Cuando dos personas deciden dormir juntas, cosas muy extrañas pueden suceder. A veces, y en cuestión de segundos, lo que creen iba a ser un encuentro más, puede convertirse en el último. Eso es lo que sucedió con Leticia y Bruno aquella noche. Ella traicionó el pacto implícito del no decir... Y es que hay pactos implícitos que sólo pueden pecar de evidentes.
Leticia, un poco incómoda por su desnudez , y tras encender un cigarrillo, comienza a interactuar verbalmente con Bruno:
- Yo acabo de decidir, bahh, me puse a pensar y decidí que si me caso me rapo a cero en la fiesta, en vivo.  O sea, que la gente me vea cómo voy quedando pelada. Y me voy de luna de miel rapada, súper cool y muy sexy, no? Y también quiero un toro mecánico en la fiesta, si no hay toro no me caso.
- ¿Y quién te propuso matrimonio? -Le pregunta Bruno sin intenciones interrogativas, y con un tono, tan burlón, que casi le cuesta la vida-.
- Nadie -Hace una pausa ella para disolver la pelota de bronca que tiene en el estómago, y continúa-. Es hipotético. A vos veo que te cuesta pensar hipótesis y metáforas, no? Hoy puedo decir con toda seguridad que no tengo ni la más puta idea de qué carajo me gusta de vos.

Leticia se para de la cama, quiere empezar a vestirse, encontrar la ropa e irse sin mirarlo. No quiere saber qué clase de expresión tiene Bruno en la cara, ya no le importa, es demasiado tarde. Ella se propuso hacerlo mierda, hacerse mierda, para que ya no quedase nada, para nunca más volver a él. Bruno está mudo, incómodo, tiene miedo de que ella le pida vaya uno a saber qué. Pero ella no se lo pide ni se lo va a pedir nunca; y continúa con su despacho:
- Me aburrí, me cansé, estoy harta re podrida, saturada de tus actitudes de mierda. -No quiere gritar ella, trata de mantener el tono de voz para que no se desvirtue el mensaje, para que él la escuche-. Yo evidentemente tengo mis responsabilidades, es mi culpa en parte, porque nadie me obliga a cogerme a un canalla como vos. Pero yo ahora agarro mis cosas y me voy. En cambio a vos cambiar, no creo que te resulte tan fácil.

Leticia se va sin darle oportunidad a él de que hablara, esta vez es ella quien decide tener la última palabra. Y Bruno tuvo su último silencio...

sábado, 2 de octubre de 2010

Todo lo que no querés querer

Por Flor Bea

Volver con el mismo cretino de siempre. Si al menos fuese un cretino nuevo, podrías pecar de ingenua. Pero cuando el cretino ejecutó su cretinada, para qué, ¿para qué?, ¡para qué volver a sus garras! Peor aun, cuando el cretino sabe que vos sabés que ejecutó su cretinada, ahí directamente deberías sentir vergüenza.
Todo lo que quiero es una comedia romántica del ‘cine juvenil’, ese que se compone de películas cuyos protagonistas son adolescentes que emprenden un viaje iniciático en el que deberán afrontar ciertos conflictos propios de esa etapa de la vida. En este film en particular, la iniciación sexual y el descubrimiento del amor son los dos temas que atraviesan al protagonista, Jones (Elijah Wood), a lo largo de la trama.
Sin embrago, podemos extraer una ‘tragedia’ de este argumento ingenuo y prescindible, porque en verdad, decisiones como la que toma Jane (Franka Potente) en un determinado momento (no precisamente en el final de la película; es una comedia, termina bien…) resultan trágicas. Jane sale del hospital, después de haber sufrido un accidente en auto, y vuelve con su ex, un músico cancherito que cree que el mundo le pertenece y puede llevárselo puesto. Tanto, que se comportó como un cretino. ¡¡¿Qué es eso de volver con ese ex que se encamó con otra mina mientras salía con vos, Jane?!! A pesar de cometer semejante error, Jane sale adelante y es una chica feliz.
En la vida real, lo trágico de este tipo de decisiones estúpidas no es el hecho en sí de volver con un cretino (aunque eso es gravísimo) sino desear volver con él. Aun cuando no haya involucrada una tercera persona: el problema es el daño dirigido a una, no el arma que use el cretino en cuestión.
La recompensa: la vida buena te ofrece un buen pibe, de ojos azules, tierno, dulce, dispuesto a pronunciar que sos la más linda, a mirarte en la cama, a sonreírte en el auto mientras conducís, a agarrarse a trompadas por vos…
Sin embargo, si aún estás rondándole a aquel nocivo deseo, contestás: “No, gracias, prefiero al cretino. ¿Cuánto está el kilo de cretinos? ¡Uh!, qué caro. Bueno, deme dos por ahora. Aunque… con la inflación que hay, para qué dejar para mañana los cretinos que puedo comprar hoy. Total, si veo que me sobran, los meto en el freezer”.
Eso sí, si la escena de la compra de cretinos sucede en la comedia romántica de tu vida, el vendedor de cretinos es tan honesto, que prefiere no venderte y advertirte los riesgos de la compra. Entonces, entendés que todo lo querés es quedarte con el vendedor y amarlo para siempre. Él, que ya te ama, porque ama a primera vista, manda a la mierda la tienda de cretinos y juntos ponen una florería.

viernes, 1 de octubre de 2010

El cuento del delivery




Por Maite  Pil

Era el primer viernes que ella se sentía de novia. La cosa andaba. El sábado iban a ir ambos –Cata y Eber- a sacar los pasajes para irse a la costa en Semana Santa. Ella había quedado –al menos así lo creía- que iba a dormir a la casa de él, para ir juntos a retiro al día siguiente. Cata decide llamarlo para ultimar detalles:
-Hola Eber ¿cómo estás?
-Muerto, la verdad, ¿vos?
-Bien bien…Bueno, ¿cómo hacemos hoy?
-No sé ¿vos tenés planes?
-No –Dijo Cata, estrenando su nuevo tono de voz de novia cuasi decepcionada.
-Bueno, porque yo estoy muerto, me quiero acostar a dormir un rato. Si vos salís, más tarde te llamo, cuando me despierte, y te venís para casa.
- Bueno, dale –Respondió ella tratando de sobreponerse al deprimente panorama-. Me voy a tomar algo con las chicas entonces, aprovecho que hace un montón que no las veo,  llamame ¿si?
-Dale, quedamos así, te mando un beso.
-Besos.
Acostarse a dormir la siesta un viernes a las nueve de la noche es algo que ella jamás haría; pero no quería darle vueltas al asunto. Se fue al bar de sus épocas de soltera a aguardar el llamado de su bello durmiente. El celular sonó, se fue del lugar, se metió en un taxi y, en un abrir y cerrar de ojos, el portero del edifico le estaba abriendo la puerta de calle.
Ya arriba, ni bien él la recibe, en esa milésima de segundo que se tarda en procesar una imagen, ella supo lo peor. Cata lo besó y entró al departamento como quien entra a la escena de un crimen; las pruebas se le hacían cada vez más evidentes. Eber no estaba despeinado, tenía las zapatillas puestas con los cordones atados, y una cara reluciente. “Este hijo de puta no se acostó a dormir” pensaba ella mientras iba camino al sofácama insólita y prolijamente hecho. Se recostó y vió arriba de la mesa una caja de doce empanadas:
- ¿Cenaste? –le preguntó disimulando el odio que se había apoderado de todo su sistema nervioso.
- Sí, me pedí unas empanadas antes de tirarme a dormir –respondió él, y agregó- ¿Querés una?
Cata no tenía hambre pero aceptó amablemente sólo para  continuar con su investigación. Abrió la caja y  encontró cuatro empanadas:
-¿Cuántas empanadas te comiste, Eber?
- Seis.
- ¡Faltan dos empanadas, Eber!
- ¡Me cagaron los del delivery! –dijo con cara de sorprendido mientras se agarraba la cabeza con las dos manos. 
"Me está tomando por pelotuda" pensaba ella mientras sentía una mezcla de angustia y vergüenza ajena insostenible. Y continuó la conversación:
- Decime con quién comiste, no me voy a enojar. ¿Comiste con Felipe?. Felipe era un amigo de Eber que no sentía cariño por Cata.
- No comí con nadie, te digo que me cagaron los del delivery, mañana voy a llamar a quejarme ¡No puede ser, les pido siempre a estos turros!
- ¡Dale Eber decime con quién comiste porque sé que me estás mintiendo, es obvio, decime la verdad!

La discusión siguió por cuatro horas. Él le dio un sermón acerca de lo importante que era tener confianza en la pareja; ella se fue a dormir con el enemigo. A la mañana siguiente, Cata se encerró en el baño con el celular de Eber mientras él dormía. Encontró unos mensajes donde arreglaba la cena con una mujer, mujer que no sabía quién carajo era. Pero la frutilla del postre para Cata fue un mensaje posterior,  en el que Eber le avisaba al portero que si ella llegaba, ya podía hacerla pasar. Entonces sentada en el inodoro rompió en llanto y balbuceó:
- Encima estaba en complot con el hijo de puta del portero… ¡Lo voy a matar!
Salió del baño furiosa y desencajada, se vistió silenciosamente y tomó un trago de cerveza caliente que estaba a los pies de la cama. Lo observó dormir por un segundo, decidió despertarlo de un sopapo y se fue.