domingo, 24 de febrero de 2019

Eres responsable de tu lazo.








Por Maite Pil. 

El otro día estaba hablando con una amiga que me decía que me veía muy bien, que no le parecía que tenía que retomar análisis por ahora. Ese "muy bien" respondía a cierta capacidad, si se quiere, o cierta predisposición a no meter la cabeza adentro del león. Lo que antes - y por antes no me refiero a años atrás, eh- respondía a una estrategia impostada - que siempre sale mal- hoy responde a un cuidado y, por qué no, a un deseo. 
Otra amiga me contaba que estaba tranquila porque no estaba sufriendo ansiedades con los hombres, pero claro, es que no había ninguno. Es fácil sentirse bien así, si no hay nadie que la vuelva loca.  
Ese "estoy tranquilo/a solo/a" que tanto circula hoy, pone en evidencia que el encuentro con un otro es siempre inquietante. Por eso hablaba de estrategia más arriba, no sólo se despliega una táctica en el accionar propio sino que, además, se pretende anticipar el movimiento ajeno. Un tremendo embole. 

Ahora, cabe aclarar algo, no es que uno por hacer análisis ande por la vida con un preservativo gigante puesto de la cabeza a los pies, que todo lo previene, como en esa genial escena de La pistola desnuda.  Más bien diría que es la operación contraria, la de sacarse lo que impide el contacto con el otro sin por eso descuidarse. Es decir, dar con el talle

Bueno, todo muy lindo, uno viene funcionando bien social y amorosamente hablando, hasta que de pronto ¡zás! pasa algo que no se sabe a cuento de qué viene. No hacen falta grandes catástrofes para que se desacomoden algunos patitos. A veces es una boludez - en términos objetivos- lo que desencadena el padecimiento. 
Por ejemplo, María (por poner un nombre x) decidió no escribirle más a José porque sabe que si le escribe y éste no responde, va a angustiarse. Entonces se queda tranquila con su decisión, la sostiene sin ansiedades. José un día le escribe, le pone "Hola, cómo estás?", ella responde "Bien y vos?", y él no contesta más.  
¿Qué pasó ahí? Bueno, es ciencia ficción pretender saber qué pasó. Pero me parece importante distinguir dos cosas. La primera es que, que María se sienta puesta a prueba (es decir, tener que enfrentarse con su ansiedad) no quiere decir, necesariamente, que José la haya puesto a prueba. Capaz José nunca se anotició de la ansiedad de María. Tal vez sea distracción o idiotez.
La segunda es que el obrar del otro, más allá de la intención, impacta sí o sí en el lazo, en el vínculo. Y esto está muy bien descrito en el libro "Miserias neuróticas ¿Es analizable el carácter?" de Lucas Boxaca y Luciano Lutereau (pag. 14 a 18). 


Me interesa particularmente este punto. Porque el lazo existe, es innegable. Más allá de los nombres que le asignemos a tal o cual relación. A veces pareciera que se confunden los tantos y que, en la medida en que no haya un compromiso, en la medida en que no se nombre de tal o cual forma el vínculo, cada cual está por la suya. Eso es puro cuento. Siempre que estemos ante un otro, siempre que seamos un otro para alguien, habremos de asumir cierta  responsabilidad. Es fácil decir que Whatsapp, el capitalismo y la mar en coche, tienen la culpa de la decadencia que hay en los vínculos, la falta de contacto físico, la falta de libido, etc. 
Yo creo que es al revés, que es allí donde elegimos reposar, donde filtramos el encuentro y nos quedamos paralizados. Pareciera ser que es preferible ser un valiente con miedo que un miedoso con valentía. 










No hay comentarios:

Publicar un comentario