viernes, 18 de enero de 2013

Metro je t'aime

Por Flor Bea

 
Como algunos de mis lectores sabrán o habrán sospechado a partir de anteriores entradas en este blog, parte del año recientemente pasado lo pasé en Francia, sobre todo en París. Yo no voy a venir a decir que París no es la ciudad del amor (“no voy a ser yo, como diría Kevin Johansen), porque no me gusta desmitificar nada. Pero voy a decir que si París es la ciudad del amor, es la ciudad de otra cosa también. Y de otra cosa que claramente no queda del lado del amor, pero que sin embargo aparece bastante seguido en las relaciones “amorosas” (o en esos pares que a veces formamos y que ya ni sé cómo nombrar): la indiferencia. Hoy hablaba con una colega francesa que hace algunos años vive en Buenos Aires y llegamos a la conclusión de que acá o en la China nos pasa lo mismo: sentimos indiferencia por parte del otro llegado un determinado momento de esa relación que consiste en verse pero en la cual no vale comprometerse ni emarorarse. Pero no quiero hablar de la indiferencia en las relaciones de pareja en general, y ni siquiera en las que experimenté yo. Solo quería referirme a esa indiferencia que detecté en París, que consiste simplemente (o de manera compleja) en que cada cual atiende su juego y el que no, y el que sí, muy solo estará. Tampoco creo que, en los tiempos que corren, la indiferencia sea un fenómeno exclusivo del amor (y mucho menos de París, aunque allá sea difícil no detectarla) sino que más bien pareciera ser moneda corriente en otros ámbitos y tipo de relaciones también.
Siguiendo en la línea de no desmitificar, voy a agregar a la idea de que París es la ciudad de los enamorados, otra idea: es también la ciudad de los locos. Sí, en las calles de París he visto tantos locos como parejas besándose. Junto al Sena, en Montmartre, en Montparnasse y en Carrefour, la locura y el amor empatan. Pero hay, además, otro lugar donde la locura y la indiferencia están a flor de piel, y ese lugar es el metro.
Bueno, el metro de París es todo un tema. Y todo lo dicho hasta ahora no fue más que una introducción para hablar del metro de París. Ese maravilloso metro de 13 líneas (si ahora mal no recuerdo) tiene una mística única. Al metro de París suben esos personajes que hablan solos y gritan y cantan, y nunca se bajan en una parada anterior a la de uno. También viajan esos hombres elegantes con tapado y zapatos que terminan en punta y que van mirándose las puntas de los zapatos y no piensan levantar la mirada ni para chequear que no se hayan pasado. Sin embargo, también viaja esa belleza tímida que te mira de reojo (¿ni locura ni indiferencia, sino amor?). En Buenos Aires es la misma cantinela; no podemos negar a esta altura (y menos en enero) que el subte es un lugar hot. Y ni siquiera hablo de la situación de viajar apretujados; hablo de ese estar de frente, ese estar en el mismo lugar, ese gustarse, ese roce, esa piel, esa mirada, esa sonrisa, esa química intangible, esa primera vista.
Como los frances son unos románticos y unos apasionados, y no por nada el beso francés y otras cosas que vale la pena descubrirles, cuentan con una herramienta para reparar el error cometido al haber observado de reojo a una linda chica todo el viaje en metro y no haberle pedido el teléfono o haberse bajado en la estación de ella o, simplemente, haberla agarrado contra el caño y haberla besado ahí in situ. Y esa herramienta reparadora del daño no es nada más ni nada menos que un sitio web que en español sería algo así como flasheéconvospuntocom: http://www.flashesurtoi.com/. Entonces, si no se trata de un francés o una francesa que le hace culto a la indiferencia (sin siquiera reprar en ello) ni de un loco/a que ha quedado apartado de la sociedad y que ya no busca a nadie, ahí el flaseado puede postear avisos buscando a ese individuo que le ocupa toda la cabeza desde que lo vio; cosas del tipo (copio y pego, esto es real): “Bonjour, on a échangé quelques regards et sourires; vous en sarouel et moi jeans et manteau... j'aimerais vous revoir…
No se preocupen, los argentinos también contamos con un sitio así: http://www.ayerpase.com.ar/. Ahí pueden postear cosas como (idem): “Chico Alto ojos claros Linea D a la mañana URGENTE!!! Sos alto de ojos claros te bajas en tribunales...te tomas el subte a las 8.45 viajamos en el mismo vagon! necesito saber tu nombre! algun dato tuyo si lees esto contéstame es que en persona no me animo a hablarte...pero siempre nos miramos! XD
Y abajo hay una especie de link que dice » Soy yo! Entonces, si sos, clickeás ahí y se abre la página para que la llenes con tus datos y le llegue a la chica que te busca. La frutilla del sitio: los happy ending. Ahí podrán leer historias de amor que comenzaron con timidez en un subte y terminaron con torta blanca y el momento de las ligas.

¿Vieron? Este post no era para decir que el metro (ni París) es el lugar ideal para encontrar la indiferencia y la locura, sino para animarlos a buscar (en el subte, metro o donde mierda sea) esa cosa extraordinaria que cuando funciona (bien) es capaz de abolir la indiferencia y disimular muy bien la locura: el amor. Sabrán que, a pesar de TODO, sigo pensando que en el amor se hallan maravillas.

4 comentarios:

  1. Que d'aventure dans un métro ! la vie souterraine est une vie a part entière.

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  2. Jajaja, yo tambié tuve un novio ¨anarquista¨ que era muy rata.
    Espero que no haya sido el mismo :D

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  3. Hola, Marian, creo que tu comentario era para el post siguiente pero lo hiciste en este. Te aviso solo para que sepas que está acá, por si lo buscás y no lo encontrás... Gracias! Beso

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