miércoles, 30 de enero de 2013

Veámosla together

Por Flor Bea

Con mucha emoción anunciamos la vuelta de nuestro Ciclo de Cine. El verano pasado fue la primera temporada y ahora vamos por la segunda (y esperamos poder repetirlo cada verano). A los que nos acompañaron el año pasado y a los que no, invitamos este sábado 2 de febrero a las 20hs. a la primera función de nuestro cine debate. Proyectaremos Together, una peli sueca, muy indie, que dura 106 minutos pero que yo debo haber visto en 200 porque le poníamos pausa todo el tiempo para debatir (hablo en plural porque la miré con mi amigo S., gran especialista en cine y compañero de pantallas y guiones) sobre todos los personajes y sus comportamientos. Nos hicimos preguntas y nos dimos algunas respuestas. Nos sorprendimos y nos emocionamos. Nos reímos y nos divertimos. Nos identificamos. Y también nos puteamos cuando poníamos pausa antes de que hubieran pasado 5 minutos de la pausa anterior.
Y de toda esa experiencia me quedó en claro una cosa: la película está buenísima y mejor está no verla sola o solo.

Por eso, los y las invito a que vengan a verla con nosotras, a que la veamos together. Claro que no vale en la proyección poner pausa, pero al finalizar la peli tenemos tiempo para debatir largo y tendido dentro de la sala, y seguirla afuera con cervezas si nos quedamos con más preguntas y respuestas.

En el flyer tienen toda la data, y en el evento que creamos en Facebook, también: https://www.facebook.com/events/276621882466200/?notif_t=plan_user_joined
Entretanto, acá les dejo escenas de la peli para que se vayan tentado...








martes, 22 de enero de 2013

Uno, dos y... ¡Tres!

--> Por Flor Bea

Tres empieza con uno: con un monólogo (¿interior?). O empieza con dos: es un discurso dirigido a una segunda persona que sería su interlocutor/a. Uno está hablando de dos (“tú arriba, yo abajo”) e incluso de tres (“siendo infiel”). Pero también está hablando de uno: cuando dice “escape” o “tú mueres”, inevitablemente queda uno.
Este monólogo es una voz en off sobre la imagen de unos cables de postes, que pasan a la velocidad de quien los mira desde un tren. La cantidad de cables que van de poste a poste es uno, dos o tres, representando lo que el relato en off sugiere.
Este comienzo de la película continúa igual de sugerente: un baile armónico entre tres personas que interactúan con sus cuerpos como si no tuvieran peso parece anticiparnos que la armonía entre tres es cosa posible.
Luego, nos seguimos deleitando con la estética del film: la pantalla dividida en varios recuadros nos muestra simultáneamente diferentes escenas, a una velocidad también de tren. No obstante, no pasarán muchos minutos de película hasta que lleguemos a la demora. Este recurso de la demora tiene un objetivo muy claro: generar ansiedad o impaciencia en el espectador, y conmigo les ha salido de maravillas. Mientras su novio la llama desesperado varias veces al teléfono celular para avisarle que está en el hospital por un problema de salud que se ha convertido en una emergencia, ella está enredándose en situaciones de las que ni siquiera goza completamente porque una parte de ella misma le indica que en su comportamiento hay algo fuera de lugar; sin embargo, todo su entorno (de música y festejos, en contraste con el silencio hospital que está habitando él) la sumerge cada vez más profundo en esa situación de la que tanto le costará huir (de manera literal, incluso, pues va a intentar escapar por una puerta de emergencia que, paradójicamente, parece estar trabada y no puede abrir). Esta situación de demora nos recuerda un poco a esos sueños (pesadillescos) en los que todo se trata de llegar a un lugar pero el personaje (uno mismo, en ocasiones) realiza acciones que no conducen a ese lugar ni generan movimiento hacia la meta. Y este desliz que me permito hacer sobre los sueños, lo hago porque la película tiene mucho de eso: en escenas en blanco y negro, vemos sueños y pesadillas de alguno de los personajes sobre un tema tan recurrente en lo onírico: la muerte. E, incluso, con el cliché de la caída de los dientes y su supuesto presagio de malos augurios.
Tres personajes llenos de dudas, pero también de respuestas a las dudas de los otros. Cuando uno de ellos, confundidísimo tras una experiencia sexual, se empieza a preguntar (de una manera más personal a cómo lo planteo yo acá, pero la idea que subyace es la misma) qué es ser homosexual o qué sexo (en ambos sentidos de la palabra) prefiere si tiene que elegir uno, otro personaje (que paradójicamente trabaja con la biología humana) le responde que no se preocupe, que salga de esas ideas deterministas de la biología. Y desde entonces, las historias van a correr en un sentido en el que romper con ciertas convenciones será una respuesta o salida posible.
La película (de amor, sin dudas, pero también de búsquedas) está permanentemente en el borde entre la fantasía (lo fantasioso, inclusive) y la realidad. La exactitud y la aproximación. La vida y la muerte. La ciencia y la superstición (incluso, cierta numerología; y no podemos ignorar el título de la película…). El determinismo y el azar. Así, los tres coincidirán, se encontrarán (por accidente a veces, y otras veces con intención) y se desencontrarán en todas las combinaciones posibles que tres pueda generar.

Vi esta película alemana sentada cómodamente (digo que estaba cómoda porque la verdad es que quedé fascinada con las butacas tipo sillón de un cuerpo que tiene ese cine) en primera fila de la sala Godard del Cineclub Buenos Aires MonAmour, sala que ya hace un tiempo se sumó a la clásica del barrio de San Telmo. Toda esta semana la siguen dando (pueden consultar los horarios en el sitio web del BAMA: http://www.cineclubmonamour.com/). Sin dudas, vale la pena verla y reencontrarse, de paso, con el director de Corre, Lola, corre. ¡Bien por Tom Tykwer!

domingo, 20 de enero de 2013

Anarconeurosis.


Por Maite Pil.

Estuve analizando, en lo que va de este nuevo año, mi pasado amoroso. Todavía no terminé. Pero hoy recordé, por esas cosas de la vida, a un viejo amante en particular: el anarquista. Personaje. Un día me sugirió que comprásemos una heladera juntos para el depto que usábamos de bulo. No sé si era un indicio de que quería un mayor compromiso o si realmente solo no iba a poder hacerlo. Me han propuesto peores cosas. Ojo. Una vez me invitaron a comer una hamburguesa a medias. Sin papas.
Nadie puede decir que yo salgo con tipos por su plata. O sus modales. 
El punto es que, tras varios encuentros con el anarquista, heladera de por medio, decidí que no quería verlo más. Me invita un día, a lo que yo sabía que era, nuestro  último encuentro. Día de semana. Cuando alguien te gusta no contás las horas que vas a poder dormir pero no era este el caso. Pensaba, entonces, entre que vamos a cenar, después vamos al depto, etc, se va a hacer muy tarde. Con lo cual le dije de ir directo a su casa con una picada (para ahorrarme unas horas). Esa noche discutimos sobre algo que no recuerdo y no nos vimos más. Tiempo después hablo con él, me hace referencia a esa noche, y me menciona “el lindo gesto de la picada" y la culpa que le había generado nuestro distanciamiento en ese marco de "agasajo" de mi parte. 
Años más tarde me vi envuelta en una situación similar: Me empecé a escribir con un ex y le terminé diciendo de vernos porque ya no toleraba sus faltas de ortografía.
Si todo esto hubiera tenido lugar en mi infancia, podríamos decir que se trataría de “la escena traumática”. Es decir, ese acontecimiento, o conjunto de ellos,  que me dispararon la siguiente ilación neurótica: si yo soy capaz de despreciar con un acercamiento, acaso, aquellos hombres que me desprecian ¿no estarán, en verdad, ocultando su verdadero deseo?
El principio del fin de las relaciones saludables. O, mejor dicho, de las relaciones.
Por suerte, a lo largo de varios años de análisis, no resolví nada pero aprendí una cosa: me tiene que chupar un huevo el deseo del otro.  

viernes, 18 de enero de 2013

Metro je t'aime

Por Flor Bea

 
Como algunos de mis lectores sabrán o habrán sospechado a partir de anteriores entradas en este blog, parte del año recientemente pasado lo pasé en Francia, sobre todo en París. Yo no voy a venir a decir que París no es la ciudad del amor (“no voy a ser yo, como diría Kevin Johansen), porque no me gusta desmitificar nada. Pero voy a decir que si París es la ciudad del amor, es la ciudad de otra cosa también. Y de otra cosa que claramente no queda del lado del amor, pero que sin embargo aparece bastante seguido en las relaciones “amorosas” (o en esos pares que a veces formamos y que ya ni sé cómo nombrar): la indiferencia. Hoy hablaba con una colega francesa que hace algunos años vive en Buenos Aires y llegamos a la conclusión de que acá o en la China nos pasa lo mismo: sentimos indiferencia por parte del otro llegado un determinado momento de esa relación que consiste en verse pero en la cual no vale comprometerse ni emarorarse. Pero no quiero hablar de la indiferencia en las relaciones de pareja en general, y ni siquiera en las que experimenté yo. Solo quería referirme a esa indiferencia que detecté en París, que consiste simplemente (o de manera compleja) en que cada cual atiende su juego y el que no, y el que sí, muy solo estará. Tampoco creo que, en los tiempos que corren, la indiferencia sea un fenómeno exclusivo del amor (y mucho menos de París, aunque allá sea difícil no detectarla) sino que más bien pareciera ser moneda corriente en otros ámbitos y tipo de relaciones también.
Siguiendo en la línea de no desmitificar, voy a agregar a la idea de que París es la ciudad de los enamorados, otra idea: es también la ciudad de los locos. Sí, en las calles de París he visto tantos locos como parejas besándose. Junto al Sena, en Montmartre, en Montparnasse y en Carrefour, la locura y el amor empatan. Pero hay, además, otro lugar donde la locura y la indiferencia están a flor de piel, y ese lugar es el metro.
Bueno, el metro de París es todo un tema. Y todo lo dicho hasta ahora no fue más que una introducción para hablar del metro de París. Ese maravilloso metro de 13 líneas (si ahora mal no recuerdo) tiene una mística única. Al metro de París suben esos personajes que hablan solos y gritan y cantan, y nunca se bajan en una parada anterior a la de uno. También viajan esos hombres elegantes con tapado y zapatos que terminan en punta y que van mirándose las puntas de los zapatos y no piensan levantar la mirada ni para chequear que no se hayan pasado. Sin embargo, también viaja esa belleza tímida que te mira de reojo (¿ni locura ni indiferencia, sino amor?). En Buenos Aires es la misma cantinela; no podemos negar a esta altura (y menos en enero) que el subte es un lugar hot. Y ni siquiera hablo de la situación de viajar apretujados; hablo de ese estar de frente, ese estar en el mismo lugar, ese gustarse, ese roce, esa piel, esa mirada, esa sonrisa, esa química intangible, esa primera vista.
Como los frances son unos románticos y unos apasionados, y no por nada el beso francés y otras cosas que vale la pena descubrirles, cuentan con una herramienta para reparar el error cometido al haber observado de reojo a una linda chica todo el viaje en metro y no haberle pedido el teléfono o haberse bajado en la estación de ella o, simplemente, haberla agarrado contra el caño y haberla besado ahí in situ. Y esa herramienta reparadora del daño no es nada más ni nada menos que un sitio web que en español sería algo así como flasheéconvospuntocom: http://www.flashesurtoi.com/. Entonces, si no se trata de un francés o una francesa que le hace culto a la indiferencia (sin siquiera reprar en ello) ni de un loco/a que ha quedado apartado de la sociedad y que ya no busca a nadie, ahí el flaseado puede postear avisos buscando a ese individuo que le ocupa toda la cabeza desde que lo vio; cosas del tipo (copio y pego, esto es real): “Bonjour, on a échangé quelques regards et sourires; vous en sarouel et moi jeans et manteau... j'aimerais vous revoir…
No se preocupen, los argentinos también contamos con un sitio así: http://www.ayerpase.com.ar/. Ahí pueden postear cosas como (idem): “Chico Alto ojos claros Linea D a la mañana URGENTE!!! Sos alto de ojos claros te bajas en tribunales...te tomas el subte a las 8.45 viajamos en el mismo vagon! necesito saber tu nombre! algun dato tuyo si lees esto contéstame es que en persona no me animo a hablarte...pero siempre nos miramos! XD
Y abajo hay una especie de link que dice » Soy yo! Entonces, si sos, clickeás ahí y se abre la página para que la llenes con tus datos y le llegue a la chica que te busca. La frutilla del sitio: los happy ending. Ahí podrán leer historias de amor que comenzaron con timidez en un subte y terminaron con torta blanca y el momento de las ligas.

¿Vieron? Este post no era para decir que el metro (ni París) es el lugar ideal para encontrar la indiferencia y la locura, sino para animarlos a buscar (en el subte, metro o donde mierda sea) esa cosa extraordinaria que cuando funciona (bien) es capaz de abolir la indiferencia y disimular muy bien la locura: el amor. Sabrán que, a pesar de TODO, sigo pensando que en el amor se hallan maravillas.

jueves, 10 de enero de 2013

Puto daño



Por Flor Bea
 
Siempre he sentido que vos y yo estamos sentados en el mismo cine, pero mirando películas diferentes. Estamos viajando en el mismo avión, pero yendo a destinos diferentes. Estamos comiendo la misma comida, pero sintiendo sabores diferentes. Estamos haciéndonos el amor, pero amándonos diferente. Estamos enamorándonos, pero jugando diferente.

Y pasan los años y yo sigo atrapada en la misma sala, en el mismo viaje, en el mismo plato, en la misma cama, en el mismo tablero. Aunque yo creía que no.

¿Por qué somos así? ¿Por qué somos tan ajenos y pasajeros y estamos tan enajenados?

De pronto, en una noche, se me encogió la vida. Los últimos años vividos se me diluyeron en el recuerdo de un más atrás. Mis últimos amantes, mis últimas parejas, dejaron de tener nombre y rostro. Lo que dolió, ahora ni lo conozco. Lo que bailé y sonreí, ahora no lo soporto. Se me redujo todo a Uno.

Es uno. No seremos dos. Ya hemos aprendido que no sabemos hacer esa suma. Y sin embargo, cuando el día se ha hecho muy largo, vos y yo caemos cansados en un discurso que nos monta otro escenario.

Te acariciaría la planta del pie todo el día. No te enojes, anoche me lo pedirías; ya sé, ahora ya se hizo de día.

Toda. Toda la historia reducida a nuestro pasado. ¿Para qué hemos pasado, últimamente, por estos últimos años?
Tengo mucho más para decir pero te lo resumo: se me ha hecho un puto daño.