lunes, 15 de noviembre de 2010

El superyó no es un héroe





Por Maite Pil


¿Será que en una sociedad de consumo una mujer soltera equivale a una marca sin éxito, un producto inútil?
Leticia sabe perfectamente que reflexionar sobre estas cosas en el taxi, yendo a su primera cita con Martín, no es un buen síntoma. Pero ella tiene un problema, uno que probablemente atormente a mucha gente aunque no sepan cómo nombrarlo, está convencida de que su superyó la odia.
Bueno, sí, soy cuasi melancólica, y estoy perdiendo el sentido del humor porque estoy cansada de vivir sumergida en la neurosis, y sentir que nadie se da cuenta de lo que pasa a su alrededor, y ni que hablar de lo que pasa dentro de ellos mismos... todo el tiempo viviendo sobreestimulados para que no se les caiga ni una idea....Mis uñas son un desastre ¿Por qué insisto en pintarme las uñas a último momento? ¿Por qué nunca me alcanza el tiempo para prepararme? Debería tratarlo en análisis.”
El taxista la mira por el espejo retrovisor y no logra descifrar qué hace ella semi encorvada y con la cabeza entre las rodillas. Naturalmente, está arreglándose las uñas de los pies, se está sacando el esmalte seco que tiene pegado en la piel de los dedos; pero el taxista, a juzgar por la expresión que tiene en la mirada, está fantaseando otra cosa.
Leticia se reincorpora y, ya buscando los cigarrillos y el encendedor dentro de la cartera, le pregunta al taxista:
- ¿Se puede fumar?
- En realidad no se puede, pero bueno, si bajás la ventanilla...
- Sí, la bajo, gracias -“Si se pone a toser me tiro del auto en movimiento, los conozco a los de su clase, ¿Por qué cierta gente no puede decir simplemente que no y así acabar de una vez por todas con las miserias de la humanidad? O decir que sí, dependiendo del caso, el problema es la falta de libertad. La gente vive atada, por más departamento en Mar de las Pampas que se compren”. Ella interrumpe su análisis antropológico al darse cuenta de que hace aproximadamente un cuarto de cigarrillo que el auto no se mueve; indignada le comenta al taxista:
- Este semáforo es un infierno, hace como 5 minutos que estamos acá, pensé que como es sábado a la tarde no iba a haber tanto transito, yo en la semana siempre a los taxis los hago doblar por Franklin y agarrar a esa altura Diaz velez...
Como el taxista no le contesta, porque seguramente sea de esos que no discuten los caminos con los pasajeros, ella continuó reflexionando. 
Bueno, ¿En qué estaba yo? Ahh ya sé, la libertad. Sí, después me lo voy a anotar porque lo quiero desarrollar por escrito... Si pudiera volver el tiempo atrás le diría al taxista que tomara otro camino, el Cid Campeador de ahora en más es territorio prohibido para mí, no voy a tomar nunca más por acá. Por Dios es tardísimo. ¿Qué cara pongo cuando lo salude a Martín? ¿Cara de perdón la demora? Creo que no podría tener las manos más transpiradas. Me duele el pecho, Leticia respirá lentamente , calmate, no te hagas esto. ¿Por qué me hago esto? No me voy a morir de un paro cardiorespiratorio camino a una cita, delante de un taxista que escucha Chiche Gelblung; me quedo tranquila, que es más probable que me muera sola en un departamento lúgubre y con un gato de mascota”.

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