lunes, 27 de septiembre de 2010

Mañana madrugo

Por Maite Pil

Una mujer que trabaja en relación de dependencia, como cualquier mortal, debe renunciar a darse ciertos permisos durante la semana. Rechazar la invitación para ir ver una peli en la casa del chico que le gusta , y del que no le gusta pero que vería igual;  rechazar las entradas gratis que se ganó -sólo dios sabe por qué- para una obra under que está en cartel únicamente los días lunes a las 23:30 hs.; rechazar la invitación de sus compañeras de la facu para tomar unas cervezas a la salida; y demás yerbas. Pero como la carne es débil y -como dice un hombre al que leo seguido- el amor pide amor, a veces se acepta. Aunque sólo sea aquella propuesta de la que se sabe que el encuentro vale el sueño irreductible del día después. Relación costo beneficio.
Y he aquí la cuestión, “¿Llevo o no llevo la ropa para ir a trabajar al día siguiente?”, “¿Tendrá toallón seco para prestarme por si necesito bañarme a la mañana antes de irme al laburo?” “¿Usará crema de enjuague?” “¿Habrá portero abajo que me pueda abrir o lo voy a tener que despertar?”. No daría una buena impresión acudir al encuentro con un bolsito de mano, digno de viaje de larga distancia. Menos todavía, si no se está positivamente segura de ser invitada a pasar la noche allí. Es por todo esto que yo ya tengo una posición tomada al respecto. Por más idílico que imagine el momento en que duermo enroscada al cuerpo del otro, cuando doy por terminado el encuentro, me tomo un taxi y vuelvo a casa.

1 comentario:

  1. (sonrisa) Muy bueno! :) pasa por el mio!
    http://www.lechecon-carne.blogspot.com/

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