domingo, 7 de junio de 2020

A las corridas.










Por Maite Pil.

Ahora en CABA está permitido salir a hacer actividad física por las noches. Perfecto, a mí no me cambia en nada, pensé. Hasta que empecé a leer en las redes sociales que era la ventana de oportunidad perfecta para salir a tener encuentros amorosos. Y me angustié, peor incluso que la angustia, sentí miedo. Porque entonces ya no es que estamos todos en la misma. Se me vino la imagen de miles de amantes a las corridas, en busca de un poco de placer, tocando puertas ajenas. 
Ahora, ¿será realmente así o se tratará, simplemente, de una fantasía que queda en el plano virtual, una máscara que posibilita la transgresión?

Me pregunto, además, cómo funcionaría. Me imagino la situación, un primer encuentro en este contexto, me coloco en ella, yendo a la casa de un muchacho. Estoy en la entrada del edificio con el barbijo puesto. ¿Cuándo se supone que me lo tengo que sacar? ¿Antes de que abra la puerta, cuando lo veo salir del ascensor, o arriba después de haberme lavado las manos? Y si me lo saco arriba, ¿lo saludo con un beso cuando salgo del baño o ya fue? 
De por sí una primera cita no es fácil, ¿encima esto? 


Más allá de lo ridículo de la escena, porque todas las citas lo son, lo que verdaderamente me interesa pensar es otra cosa: cómo lograr el pasaje de un otro como potencial portador del virus, a un otro para la intimidad. 
Porque, en definitiva, es eso lo que da miedo, estar frente a lo íntimo. 

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