domingo, 21 de julio de 2019

¿Un viaje de ida?





Por Maite Pil.

Revisando mis recuerdos en Facebook me encontré con una anécdota en la que relataba que, viajando en un taxi, el conductor me pregunta de qué signo era. Le respondo que de Aries y entonces él dice:  Uff, Aries, impulsivas. Hay que dejarlas explotar, después se arrepienten. Estaba en lo cierto, de alguna forma, - sacando el temita del signo zodiacal- explotar suele llevar al arrepentimiento. 

Sin embargo, hoy pesco algo diferente en ese enunciado. "Hay que dejarlas explotar, después se arrepienten": qué es esa afirmación sino la estrategia, por excelencia, de subvertir las culpas y las responsabilidades. 
En su momento me causó gracia toda la conversación, me entretuvo, era un alivio viajar con un taxista esotérico en lugar de uno de derecha. Hoy lo entiendo, a lo suyo, como una confesión de parte. 

Cuando hablamos de machismo hablamos de esto también. De que él dijera con total naturalidad lo que dijo y de que yo me riera de eso. Y los dos actuamos como actuamos porque podíamos anudarlo a una vivencia. Yo fui, incontables veces, la loca que explotaba

Es muy finito, si es que existe, el límite que separa lo subjetivo de "eso otro", ese afuera, que hoy reconocemos y nombramos patriarcal. Y en este sentido yo me enredo. No lo tengo claro. Y no creo ser la única. Justamente, por este enredo, hace poco critiqué una campaña que se hizo sobre violencia de género, que hacía hincapié en el silencio como una modalidad de violencia machista. Me pareció que el mensaje era confuso, que por sí solo carecía de contundencia, que podía ser hasta tan sutil que corría el riesgo de ser desestimado. 

No digo que los silencios sean sutiles, en absoluto, no por nada la expresión "clavar el visto" se ha ganado un lugar en nuestra lengua. Clavar no sólo remite a herir - en un acto dirigido y voluntario- sino también a dejar al otro fijado, inmóvil. ¿O acaso hay algo más paralizante que esperar una palabra? ¿Qué se coloca allí donde hay silencio? 

La trampa está en que seguimos aceptando reglas que no se ajustan ni al amor ni al respeto. Nos hicieron creer que si nos salíamos de eso éramos unas pelotudas indignas y ridículas. ¿O me pasó sólo a mí? 
A esta altura, no me voy a poner a discutir si un hombre- o una mujer- hacen tal o cual cosa porque son machistas. Simplemente confío en que el feminismo debe ser más que un movimiento que represente a un sector, debe ser un ámbito social que expulse a todo aquel que no pueda reconocer a un otro como un semejante. 

1 comentario:

  1. me encanto, muy pero ingenioso, ojala aparecieran textos como este con mas frecuencia, el silencio, los silencios, buenisimo..

    ResponderEliminar