domingo, 2 de diciembre de 2018

La suerte ya no juega.





Por Maite Pil. 


Antes era muy común oír decir a alguien, o incluso decir, en algún mal momento de nuestras vidas amorosas, no tengo suerte en el amor. Y qué es lo que se decía realmente con esto, qué encubría la suerte en este terreno. A veces apuntaba a los repetidos desenlaces fallidos de las historias amorosas, otras, a la falta de oportunidad de encontrar a alguien- que no se sabe si existe-. Todos conocimos esas leyendas urbanas que narraban que él o ella se quedaron a dormir la primer noche en la casa del otro y no se fueron nunca más. Fue un flechazo, ay, qué suerte! 
¿Pero era realmente suerte eso? ¿O era una facilidad primera que no auspiciaba de garante en el desenlace de un vínculo?  

A mí criterio, uno de los cineastas que mejor trabajó este tema es Woody Allen - dejemos de lado su pedofilia, perversión, personalidad abusiva, o como quieran o crean más acertado llamarla-. Voy a citar dos ejemplos claros de cómo él puso sobre la mesa que la suerte no es más que una cuestión arbitraria de resultados y que es sólo a posteriori donde puede establecerse - no es más que una cuestión de percepción- qué es buena o mala suerte
El primero es del film "Ladrones de medio pelo"(2000). Aquí él, que también lo protagoniza, convence a la mujer de poner un negocio al lado de un banco con el fin de robarlo mediante un boquete y hacerse millonarios. La ironía consiste en que el negocio empieza a funcionar tan bien que se vuelven millonarios de forma legítima. 
El segundo ejemplo lo tomo de la película "Match point" (2005), cuando el protagonista quiere deshacerse del anillo de su víctima y, al revolearlo al río, choca contra la muralla y queda en el piso. Eso permite que un hombre cualquiera lo agarre y sea acusado del asesinato de ella. En el tenis - deporte que recorre toda la trama de la película y del cual proviene el título de la misma- eso sería un Net. Sin embargo, para el personaje, esa falta termina convirtiéndose en la jugada que le asegura su victoria.

Hay un viejo refrán que dice "afortunado en el juego, desafortunado en el amor". Y hace referencia a cierto supuesto equilibrio de ganancias, o temor neurótico de revanchismo del destino, en donde cuando algo sale bien, seguramente, otra cosa salga mal. 
A mí entender es un refrán que cayó en desuso y que ya no representa el espíritu de época que se vive; porque lo más asertivo sería afirmar lo contrario: afortunado en el juego, afortunado en el amor. Digo esto porque vivimos rodeados de la idea de que el éxito llama al éxito. Tenemos todo un aparato de redes sociales que nos invitan a recortar lo mejor de nuestras vidas y colocarlo en la vidriera. Pero también de algo más profundo, el capitalismo como sistema de acumulación infinita, donde la idea de renuncia no existe. Por esto me parece, también, que la filosofía del poliamor, lejos de ser combativa y revolucionaria, es funcional a este paradigma en el que todos jugamos el papel de hijos únicos caprichosos que debemos ser constantemente satisfechos.
Incluso, el otro día, Florencia Fernandez, psicoanalista uruguaya, puso en su Facebook, más bien se preguntaba, desde cuándo se empezó a utilizar el término "Disfrutalo!". Antes se deseaba "suerte", luego "éxitos" y ahora se apela al gozo. El mandato terrorista por excelencia, que cuenta con el apoyo ideológico de la meritocracia.

Hace unos domingos atrás, cuando publiqué mi escrito sobre los supuestos nuevos hombres feministas, y planteé la pregunta de qué quiere el hombre de hoy, muchas mujeres me contestaron, con insólito enojo, que ellas tenían "una vida" y que no necesitaban cuestionarse por el otro. Lo cual me lleva a pensar en un fracaso profundo y complejo de cómo se (auto)perciben ciertas conquistas femeninas en el terreno de lo público. La lucha feminista no puede considerar a la soledad como un triunfo, es más bien el síntoma de lo complejo que se han vuelto ciertos vínculos.  Hacer de lo que falla, de lo que nos falta, incluso de lo que nos cuesta, un síntoma con aceptación social, es lo que nos rige hoy. Donde creemos que tenemos más derechos y posibilidades pero estamos cada día más alienados y con una libertad, e intimidad, absolutamente vulnerada. 

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