Por Maite Pil
A Juan José Burzi por la gracia en la desgracia.
http://www.youtube.com/watch?v=o8Wo4Hd4RZ8&feature=related
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Es muy feo despertarse un sábado a la mañana con el celular.
Sobre todo si quien llama es el técnico de Telecom que está esperando en la planta
baja. Salté de la cama, escondí la botella de vino que estaba sobre la mesa,
cerré la cocina, estiré el acolchado, me puse el jean. En el ascensor me di cuenta
de que no me había lavado los dientes. Horror. Bueno, tengo una polera, pensé.
Puedo hablarle y taparme la boca con el cuello. Total, qué sabe, puedo ser
tímida. O puedo tener un defecto en la dentadura que me condiciona socialmente.
Él no lo sabe.
Cuando subimos descubro que no había cerrado el placard.
Toda mi ropa, toda la ropa que tengo en esta vida, rebalsando hacia el mundo.
Los cajones semi cerrados. Un espanto. El caos me pone muy loca cuando otro más
puede observarlo. En cambio, el caos y yo a solas, nos entendemos. De hecho,
basta que haga limpieza para perder unas cuantas cosas. Como la pala. A veces
me pregunto si la habré tirado junto con la basura que ella contenía. Sería
como un síntoma psicótico, o algo así. Confundir lo literal con lo simbólico.
Los psicóticos no entienden metáforas, generalmente. Y yo no entendí que la pala,
aunque estuviera con la basura, no era parte de ella. O al menos, esa es la construcción
que hago de esta misteriosa desaparición.
El técnico se fue
rápido y dejó la línea en funcionamiento, por suerte. Y se fue sin juzgarme por
el estado de mi casa, por suerte también. En un momento sentí miedo, ¿Y si es un violador o
un loco? ¿Qué clase de persona se pone un anillo así en el dedo meñique? ¿Será
una insignia mafiosa?
Funciona el teléfono y él se fue sin matarme ni violarme.
Ahora puedo no recibir llamados con toda la tranquilidad del mundo. Igual, me
hice un café y me puse a escuchar a ver si había mensajes, por las dudas. Y había. Algunos de mi
tía, enojada porque nunca me encontraba. Otros de Telecom diciendo que pague.
Muchos mensajes de un número de teléfono que desconozco pero sospecho. Un
mensaje de Federico, si alguien sabe quién es tenga el gesto de avisarme. Y un
mensaje de Julián. Julián no me llamó a mí, la llamó a Gloria. Hay que llamarse
Gloria, eh. Ésto decía él: “Hola
Gloria, soy Julián, vi como tres llamados tuyos, no estaba con ganas de hablar,
es un momento de mierda, qué sé yo, no sé que decir, que no me olvido y ya
hablaremos. Chau.”
Pobre Gloria. Sentí una inmediata y penosa identificación con ella.
Tres llamados. Yo pudiera haber llegado al cuarto o quinto. Gloria se midió. Y
el destino la traicionó. O Julián es un boludo que marcó mal el teléfono. Capaz
no sea un boludo, capaz fue un fallido. Pasan esas cosas. A los dos días de haberme separado de Matías me llega un mensaje de él preguntándome dónde
era la fiesta. Qué fiesta, Matías? Te equivocaste de número, boludo. Hay que
ser boludo.
El punto es que yo tenía un desencuentro en mis manos. No dudé. Lo
llamé a Julián. No estaba. Me puse medio loca por no encontrarlo, me sentí Gloria. Pensé, lo llamó
dos veces más? Hasta tres es aceptable.
Digo, si se banca tres llamados de Gloria se puede bancar tres llamados
míos, que ni me conoce. Y todavía no le di motivos para odiarme o quererme lejos.
Llamo dos veces más y nada. Pero Julián tiene contestador. Mucho mejor, le dejo un
mensaje. Tengo que decirle algo. Tengo que unirlos, o al menos, hacer algo por
Gloria. ¿Qué decirle a un contestador? ¿Vivirá solo Julián? ¿Habrá llamado de
su casa? ¿Del trabajo? Muchas dudas. ¿Cómo
llegar al corazón de Julián?
El motivo del mensaje iba a ser doble. Por un lado, avisarle
que el mensaje lo recibí yo y no Gloria. Y por el otro, decirle que la llame
nuevamente, y que la llame ya. Porque ella está esperando y esperar es muy feo.
Entonces me acordé de una entrevista que le hace un español
a Borges. Yo la vi por youtube hace un tiempo. Así que la rastreé por el historial y me dispuse
a verla. Me hice otro café ya que estaba. Mi idea era volver a la cama, la idea
original. Pero ya no creía. Era un deber para con Gloria resolver esto y la
cafeína estaba surtiendo efecto.
Finalmente, y después de varias distracciones, encuentro el
fragmento que buscaba. Me encanta escuchar a cierta gente hablar, hablar de la
vida, de lo humano. Borges dice lo siguiente: “La amistad no necesita frecuencia,
el amor sí. Pero la amistad, y sobre todo la amistad de hermanos, no. Puede
prescindir de la frecuencia. En cambio el amor, no. El amor está lleno de
ansiedades, de dudas, un día de ausencia puede ser terrible. " Lo dice tan lindo, además. Con ese tono de voz tan apacible... Yo debería hablar así. Con menos histrionismo.
En fin. El plan era el siguiente: Anotarme en un papel el mensaje
para Julián, llamar, dejar el mensaje. Hice varios borradores, hasta que me
decidí por uno. Por contenido y duración: “Hola, este es un mensaje para
Julián, me dejaste un mensaje en el contestador a mí creyendo que era el de
Gloria. O sea, ella no lo recibió. Ojalá ya hayan hablado, y si no, llamala, porque como dice Borges, un día de
ausencia en el amor puede ser terrible.”
Pero lo llamo y el hijo de puta me atiende. La concha de la
lora. Con estos tipos no se puede prever nada. La puta madre. Ya no sé si
Julián sea el mejor hombre para Gloria. Capaz Gloria necesite otra clase de
persona a su lado. Una persona que marque bien su número, por ejemplo. Seguro
que Julián no es cirujano. Creo que las
mujeres como Gloria necesitan estar con un cirujano. Digo, no todas con el
mismo cirujano. Sino que por cada mujer como Gloria debería haber un cirujano
que las ame. Son más prácticos.
Corté. No estaba preparada para afrontar esa conversación. Y
pensé, si llamo simultáneamente de mi teléfono y del celular, en alguno de
ellos dos me va a atender directamente el contestador. El plan, ahora, era el
siguiente: marcar primero del celular y marcar, con dos segundos de diferencia,
desde mi teléfono de línea así desde ése le dejaba el mensaje que ya tenía redactado.
No sé bien qué fue lo que falló, pero terminé dejándole el
mensaje no al contestador, sino a él, a su persona . Cuando me di cuenta de la estupidez
que estaba cometiendo decidí no perder la concentración en el texto. Se lo leí
a Julián, medio apurada pero tratando de imitar el tono de Borges. Julián no me interrumpió en ningún
momento. Corté y volví a la cama.
Y me quedé dando vueltas en torno a otra cosa que menciona Borges en esa
entrevista. Él cita una frase de Emily Dickinson, que dice algo así como que
publicar no es parte esencial del destino de un escritor. Qué triste es esa
frase. Seguro la idea de ella era el consuelo, pero el consuelo siempre aparece después de lo penoso. Capaz Julián no sea parte esencial del destino de Gloria. O
viceversa. Y capaz el amor no sea parte esencial de mi destino a pesar de ser una romántica.
Por Maite Pil.