jueves, 26 de abril de 2012

Borrón y lista vieja.


Por Maite Pil




Quiero pedir perdón. No, no es verdad. Sería la mitad del asunto. Quiero asumir mis errores amorosos. Sí. No todos, tampoco. Estuve pensando en los más importantes. Con excepción de algunos. Digo, hay errores importantes que no están la lista. Otros están pero no son importantes, ni graves, capaz que ni son errores. O sea, qué es cometer un error en la vida, no?  

Nahuel: La verdad es que fue mi culpa no haberme dado cuenta de que eras un jodido y un arisco. Porque me lo dijiste miles de veces, hasta por escrito.
Martín: Lamento mucho haber llegado a una instancia de infidelidad, lo lamento también por mí, gracias a Nahuel.
Ignacio: Cometí un grave error en pretender forzar lo nuestro. La clave claramente estaba en otra parte. Así como lamento profundamente que ahora ya no sea el momento para nosotros.
Chico de sonoman director de cine: En principio te pido perdón porque no me acuerdo de tu nombre. Te maltraté sin razón alguna. En ese momento no supe valorar lo lindo y simpático que eras. La última vez que te vi estabas con una chica en palermo, o fue en el 124? No me acuerdo. Pero bueno, nada, borré tu celular. Ojalá algún día nos crucemos.
Javier: Cagué absolutamente todo. No sabría por dónde empezar. Y ahora cualquier intento de acercamiento es imposible. No debería haber hablado tanto la última vez que nos vimos. Nos humanizamos demasiado. Te deserotizaste. Lo entiendo perfectamente.
Daniel: Con vos aprendí que cuando sale lo peor de mí, sale lo peor del otro. Así que también te quiero dar las gracias.
Lucio: No estaba preparada para que comprásemos una heladera juntos. Me asusté y en vez de decírtelo, bueno, hice lo que hice. 
Alejandro: Es muy loco esto, pero aunque no haya pasado nada, creo que igual alguna me debo haber mandado. Es cuestión de tiempo hasta que lo averigüe. Te mantengo al tanto. 

lunes, 23 de abril de 2012

Parece que no es tan fácil

Por Flor Bea


Me desperté con el sonido de su nariz. Cuando llora contra la almohada llora más silencioso y entonces yo la escucho mejor.

—¿Qué pasa? —le pregunté un poco dormido.
—Nada, tengo frío.
—¿Frío?

No me respondió. Entonces me paré y busqué dentro de placard la frazada que sabía que tenía y que todavía no había agregado a la cama por no haber llegado, de verdad, el invierno. El acolchado de plumas parecía no alcanzarle.

—¿Ahora estás mejor?

No me contestó. Yo no me acuerdo más nada hasta que de mañana me desperté. Ella ya estaba levantada, tomando café en la cocina. Sujetaba con ambas manos la taza como si quisiera calentarlas de paso.

—¿Tenías frío anoche?
—Sí.
—¿Y ahora también?
—No.
—¿En las manos?
—En absoluto.

Y entonces subió la taza a sus labios para que la circunferencia por donde se bebe le tapara toda la cara. Ella tiene la cara tan pequeña… Pero los ojos se los vi por sobre el borde de la taza y los tenía azules-negro como una noche de tormenta.

—¿Qué pasa?

Miró a la ventana para ver el afuera. Largó lágrimas y me respondió:
—Anoche tenía frío.
—Pero no llorabas por eso…
—Las mujeres sí lloramos por eso.
—Bueno. ¿Qué más pasa? —le pregunté con menos paciencia.
—La vida: que se está haciendo larga pero es corta.

No le entendí nada.

—Dale, ¿qué pasa?
—Pero… ¿vos sos feliz? —me preguntó irritada.
—Sí. Bastante. Mucho, te diría.
—¡Ridículo, ridículo! Bueno, yo no, yo no, yo no, yo no, yo no, yo no, yo no.

Me dio miedo.

—¿Tiene que ver con nosotros?, ¿es conmigo?
—¡¡¡No!!! ¡No todo tiene que ver con vos! ¿¡Te creés el centro del mundo!? Bueno: no lo sos. Ni siquiera del mío, eh. Así que no, nada que ver.

Me dio lástima que me gritara y respondiera eso. Lástima por ella o por mí, no estoy seguro. Entonces me acerqué y la abracé: me llenó el hombro derecho de baba y llanto.

—¿Por qué estás tan triste?

Lavó la taza, me saludó y salió para su trabajo. A la noche, llegamos casi a la misma hora pero cocinó ella: verduras asadas en el horno. Cocina hermoso y rico.

—¿Te gusta? —me preguntó con el tenedor cerca de sus labios, que pinchaba una batata. Y sonrió tras la pregunta. Cuando hizo la sonrisa, vi que los ojos se le oscurecían como la noche. No me dio miedo, me dio pena.
—Cocinás exquisito.

Dejó caer el tenedor sobre su plato, se tapó la cara con ambas mano y lloró, y lloró.

—¿Me amás? —le pregunté, porque pensé que tenía que ver conmigo, no porque me crea el centro del mundo, pero porque llora enfrente de mí y me parece que puede tener que ver conmigo. Y además no la entiendo. Yo me siento tan feliz; ella, tan rubia…, la casa, tan ordenada; la comida, tan sabrosa. ¿Cómo no ser feliz con ella?, ¿¡por qué llora!?
—No tengo idea de si se puede amar cuando se está tan triste. Pero vos no vas a entenderlo nunca, porque no te replanteás nada, sos muy básico. Te gusta mi batata y punto, la vida te salió bien porque a mí me salieron bien las verduras: esa es tu patética ecuación.

Baje la mirada: las verduras de mi plato me parecieron una montaña de mierda.
—¿¡No podés ser feliz, simplemente, conmigo, y porque yo sí soy feliz!? ¿No te hace feliz saber que yo soy feliz?
—No —fue un no más corto que el monosílabo en sí mismo.
—Si vos me dijeras que sos feliz, yo sería feliz sólo por saber que sos feliz. Es así de fácil, mi amor.
—No es así. Ni fácil.

Pero a mí sí me pone triste su tristeza… Yo no sé lo que le pasa. Le creí que tenía frío, pero ayer tuvo calor y no estaba mejor… Ya no sé. Ella llora y yo no sé.



viernes, 13 de abril de 2012

Fin de un ciclo

Por Flor Bea

Terminó nuestro ciclo de cine. Pero terminó más tarde de lo planeado al comienzo: habíamos creído que serían solo cuatro encuentros y, sin embargo, fueron cinco (el último fue de yapa, y a pedido del público, les juro!).
La programación constaba de las siguientes cuatro pelis: "Paper Heart", "El imprerio de los sentidos", "Entre nosotros" y "El pescador y su mujer". La función número cinco vimos una que cerraba el ciclo como un círculo, porque de algún modo era como volver a repensar la primera (por sus cualidades de psuedo-documental): "A Complete History of my Sexual Failures".

El ciclo se hizo la misma pregunta que se hace este blog: ¿qué es el amor y todo eso que lo rodea y que implica y lo implica? Sobre este gran interrogante hemos escogido las películas.
La primera, un pseudo-documental, entrevistaba a gente para preguntarles si alguna vez habían estado enamorados y qué era ese sentimiento, cómo se experimentaba... qué es el amor, en fin, preguntaba.
La segunda, casi un clásico del cine japonés, con escenas de sexo explícito, nos llevó a debatir un poco más sobre el tema de la insatisfacción femenina, la envidia del falo, y cuestiones que nos dejaron a todos un poco impresionados (no tanto por lo debatido sino más por lo anterior: las escenas que vimos).
La tercera, alemana, nos mostró una pareja de vacaciones en un conflicto latente al que cuesta ponerle palabras, pero que claramente se condensaba con la presencia de otros, de amigos o de otra pareja que pudiera (tal vez no, de ninguna manera) hacerles sombra. Como termina con el tema de Cat Stevens: "How Can I Tell You", yo lloré a escondidas o por dentro, no me acuerdo.
La cuarta es una de mis comedias favoritas de esta vida, porque la directora es una de mis preferidas: Doris Dörrie. Nos levó de nuevo al tema de la insatisfaccón femenina, y al del rol de la mujer y del hombre en las distintas sociedades.
La quinta, la de yapa, tenía un formato similar a "Paper Heart", pero esta vez desde la problemática de un hombre; entonces, todas sus incapacidades para amar parecían estar un poco atravesadas por sus incapacidades sexuales.

Tomamos cerveza, debatimos mucho, nos hicimos habitué de los choripanes de la esquina a la salida y la pasamos de verdad muy bien.
Hasta nuevo aviso, el ciclo no continúa, por eso este resumen que deja escrito lo vivido.
Gracias a todos los que participaron del modo en que lo hayan hecho.




domingo, 8 de abril de 2012

Asunto:

Por Maite Pil

Me las arreglé muy bien todo este tiempo para darte lugar a que me tendieras otra trampa.  Siempre pienso  cuando en las películas el protagonista se da cuenta de que dejó entrar a su casa al asesino.  A los asesinos les gusta simular profesiones nobles ¿viste? Y no creo que sea sólo para mantener su verdadera identidad a salvo y entonces llevar a cabo su cometido. Hay algo más, una burla.
¿Te acordás de la pregunta que te hice el otro día? ¿Y lo que me respondiste? Sí, yo sé que te acordás. Ojo, no es que esté exagerando, estoy haciendo un paralelismo: Usaste la lógica del asesino. Diría que en un grado en que el asesino es el policía. A ese nivel.
Es un poco confuso plantearte las cosas de esta manera. Lo sé. Es una trampa más. Igual, me considero bastante clásica, pero no tan clásica como para mandarte un “ándate a la concha de tu hermana” o, su equivalente, “te voy a denunciar”. Además, me gusta escribir. El formato mail me apasiona, te diría.
De más está decir que como yo ya descubrí que vos sos el asesino no nos vamos a volver a ver.  O sea que este mail no es un intento por recuperarte. Tampoco pretendo aleccionarte. Lo que me mueve es más que nada la curiosidad. Hay dos clases de curiosidad, la que te ubica en el lugar de espía y la que te obliga a salir del escondite. Es mi tipo de curiosidad, la segunda clase, la que me hace presa fácil, sí.
En fin, a lo que  quería llegar es a hacerte esta pregunta: ¿No creés que es un fracaso, en alguna medida, tener que hacer las veces de policía para poder asesinarme?

P.D: “Too good to be truth” es una de esas geniales frases en inglés que pierden su encanto cuando se las traduce.  Ficcionalizar a veces nos delata.

Cuidate.  


Por Maite Pil.