domingo, 2 de octubre de 2011

Lo cortés quita lo valiente.


Por Maite Pil


Flor me dijo “No te des vuelta que está Bruno”, y yo giré tan rápido que casi la pego entera a la vuelta. Es que nunca me llevé bien con las directivas.
Él me vio (hasta debo haberle dado viento con semejante giro) y me saludó con un beso en el cachete. Ese momento en que mi pómulo se apoyó contra el suyo fue muy fugaz; tan fugaz que me obligó a replantearme la concepción del tiempo. Me hubiera gustado quedarme aunque sea cinco minutos más contra su cara. 
Me preguntó cómo estaba, como se hace en la vida real, como hacen todos los mortales. “Descompensada” le hubiera contestado. El cuerpo, Dios, mi cuerpo no me respondía. Pero no le contesté la verdad, porque en la vida real nos la pasamos mintiendo. Intercambiamos tres o cuatro líneas clásicas de un saludo cordial. Qué horror, nunca me sentí tan dolida por la buena educación de alguien.
Quise prenderme un cigarrillo lo antes posible pero no encontraba el encendedor; no tenía capacidad de búsqueda. Le pedí fuego a Florencia y me dio su cigarrillo para que encendiera el mío. Intenté, pero me temblaba tanto la mano que no pude hacerlo. La miré como diciendo: “No te das cuenta de que no tengo pulso”; me leyó enseguida y me dio su encendedor Bic que, ahora que lo pienso, seguramente fuese el mío. 
Yo estaba muy nerviosa, me brotó un pudor de esos que sólo se tienen cuando no se tienen ni tantos años ni tantos amantes. En estos casos emborracharse es siempre una opción viable, pero sólo un poco, como para que al día siguiente conservase recuerdos de la noche. Quería adormecer ese calentamiento global que me recorría cada vez que él pasaba cerca de mí y yo no sabía qué cara poner o qué postura corporal adoptar.
Por suerte me gustaba cómo me había vestido; antes de salir de casa había tenido una crisis estética. Yo sabía que existía la posibilidad de que él fuera. Siempre que iba a este tipo de eventos pensaba que tal vez podía cruzarlo. Me probé, fácil, quince combinaciones diferentes de ropa. Mi casa había quedado cual escenario de pos guerra.

Fui a la barra por una cerveza y, mientras la tomaba apoyada en una de sus esquinas, pensaba qué tendría que ver la ropa con las cuestiones del amor.  O el maquillaje. O si la forma en que le besaba el cuello o que lo miraba a los ojos fuesen los culpables. Algo falló. O ese último mensaje que jamás me contestó. ¿Habrá sido el mensaje lo que terminó de separarnos?
Y él estaba ahí, parado, a metros, hablando con gente. Como si formara parte de otro universo que no es el mío. Ya no sabía de qué se trataba su vida. No quería mirarlo, cada vez lo extrañaba más. Y de pensar que me conocía desnuda, y me conocía despeinada. Me conocía cenando, desayunando, mirando tele. Lo conocía antes de irse a trabajar, lo conocía con resaca, lo conocía en la cima del placer. Pero ahí, hacíamos de cuenta que no. Toda esa intimidad permanecía anónima.
No era ni el momento ni el lugar para averiguar qué era lo que había pasado entre nosotros. Él no estaba ahí para responderme ninguna pregunta. Ese encuentro no cambiaba su silencio decidido.
Alrededor mío había una fiesta y yo no podía disfrutarla, la miraba de lejos. De la misma forma en que ahora miraba su vida desde afuera. Terminé la cerveza, me despedí de Flor y me fui. No quise saludarlo a Bruno. No pude ser cordial con el hombre que amo. 

Por Maite Pil


6 comentarios:

  1. "No pude ser cordial con el hombre que amo". Gracias Maite por sacármelo de la punta del corazón.

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  2. "Y de pensar que me conocía desnuda, y me conocía despeinada. Me conocía cenando, desayunando, mirando tele. Lo conocía antes de irse a trabajar, lo conocía con resaca, lo conocía en la cima del placer. Pero ahí, hacíamos de cuenta que no. Toda esa intimidad permanecía anónima."

    Uf! que sensación conocida, y que bien resumida.

    (con verso sin esfuerzo)

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  3. Pfff... ese momento me da un miedo que no quiero ni pensarlo...

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  4. yo todavia no quiero que llegue ese momento de tener que volver a cruzarlo, se que me va a partir al medio verlo.. indiferente a todo como si nada hubiera pasado...

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  5. a veces maldigo el haberlo dejado verme montada sobre él, absorbiendo y disolviéndome, expuesta y tan inmensamente desnuda
    hoy cruzándonos, bebida en mano, tan civilizados y tan protegidos
    a veces maldigo el haberlo dejado verme así, bebida en mano, con la sonrisa puesta y no esfumarme lentamente en su recuerdo, inmensamente desnuda, más desnuda q nunca

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  6. Chicas, soy nueva en esto y continúo atónita, sorprendiéndome de la claridad con que describen situaciones, pensamientos y experiencias que ni a mi amiga que mas me conoce podría describirle con tanta perfección lo que ustedes relatan y me siento inmensamente identificada. Hace poco viví una situación similar y no pude juntar coraje para enfrentarlo y saludarlo...

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