lunes, 4 de julio de 2011

Contra el colchón.



Por Maite Pil

Estaba acostada en la cama de cara a la ventana sin burletes. Él a su lado, dándole la espalda también. La habitación estaba helada y ya no podía soportarlo. Como siempre que se iban a dormir lo hacían abrazados. Pero llegaba un momento en que él se soltaba, y ella, aunque nunca dormía, no podía precisarlo. 
Se da vuelta para respirar algo más tibio. Le mira la espalda, el brazo, la nuca, el pelo. Es enorme. Piensa en cómo puede dormir él sabiendo que existe la posibilidad de que ella lo observe. Su codo es del tamaño de su rodilla.
Mientras le mira el omóplato repasa todas las veces que se cogieron con furia, tratando de imponerse el uno al otro. Ella no lo ama porque sabe que eso hay que hacerlo de a dos. Ella tampoco sabe coger románticamente, no cree en tal cosa. Ella ya casi nunca ama. 
Lo odia.
Le duele la piel de las mordidas. Esas marcas son para ella trofeos de guerra; aunque son también derrotas. Piensa en que podría haber tolerado más dolor y eso la excita. Quiere que se despierte.
Ya es de día y ella no está segura de haber dormido algo finalmente, no lo recuerda. Cierra los ojos, intenta poner la mente en blanco. Se frustra, su propio cuerpo la desconcentra. Se le viene una escena de “Contra la pared” a la mente, su película amada. Ve a Sibil, el personaje femenino, peleando contra tres hombres y nunca rindiéndose. Leticia se desespera sin hacer ningún movimiento o ruido. Sabe lo que significa. También sabe que es temprano y que no debería despertarlo. 
Y logra dormirse.
La noche anterior ella le había hecho una confesión: “Soy indestructible”, dijo. Y aunque parecía una amenaza, ése fue su pedido de auxilio; tal vez el único que Leticia pronuncie jamás. Él no se lo imagina.

Por Maite Pil

3 comentarios:

  1. Me gustan las pausas, las aclaraciones. Es como si lo ubieces analizado antes o en el mismo momento entonces el texto tiene la necesidad de aclara todo.

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  2. Hay chicos muy despistados, la verdad.

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  3. Me sorprende mucho (pero mucho, eh) que puedas relatar con tanta claridad algo que una en su ingenuidad cree que solo le pasa a una.

    Qué grosso.

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