Por Maite Pil
La relación de Pilar con su novio era una curiosidad. Alguien podría haber pensado que esa unión causaría un desajuste en el universo. Ella tuvo que dejar muchas cosas de sí, es que todo no se puede. Extrañaba su pasado, su descaro, extrañaba las discusiones sin fin sobre cosas...Cosas que ya ni recordaba. ¿Qué la apasionaba de los hombres? De todos no, de algunos. Pilar ya había olvidado cómo definir ese encanto que en Martín no podía encontrar. Lo extrañaba sin recordar de qué se trataba. A él le gustaba mirar tele, y otras actividades que a ella le parecían cada vez más mediocres. Pero tampoco las cosas resultaban color de rosa para Martín, él siempre se veía obligado a adoptar posturas. Políticas, familiares, sociales. Pilar lo acorralaba con planteos.
Nunca salían de noche y ese era un punto de aburrimiento innegable. Y cuando alguno de los dos intentaba hacerlo por separado, repentinamente comenzaban a extrañarse. Pero por suerte, de vez en cuando, alguien cumplía años y entonces, ellos iban juntos. Y así fue aquella noche, de las últimas del verano, en que salieron.
Pilar fue al baño a maquillarse y él se sentó en el inodoro a mirarla.
- ¿Qué hacés acá? Me ponés nerviosa, quiero que sea un misterio cómo me pinto…
- Pero es que estoy aburrido, me gusta mirar.
- Sí, bueno, pero parecés un hijo que mira a la madre antes de salir.
Se maquilló rápidamente porque él ya le había arruinado el ritual. Pilar muchas veces se sentía así, madre de su novio. Por momentos se le volvía una criatura y por momentos se le hacía gay. Ya estaba empezando a molestarse con esa imagen que estaba construyendo de él.
Una vez en la fiesta Pilar no podía dejar de mirar la barra libre que había contratado el cumpleañero, amigo de Martín. Él podía pasarse la noche sin tomar una gota, y eso a ella la dejaba en lugar incómodo. No encajaba.
-Voy a ir a la barra a servirme un trago –Le dijo Pilar a Martín mientras él socializaba con su amigo y la novia. -¿Te traigo algo?
- Ahora voy a ver qué hay, gracias – Le contestó Martín semi avergonzado.
Ella esperó en la barra hasta que Martín quedara solo y se acercó:
- ¿Te da vergüenza que tome en un cumpleaños? Es un cumpleaños no el bautismo de nuestro hijo, o sea, me parece que más contextualizado no podría estar.
- No es eso, pero estábamos saludándolos, podías esperar un poco, no te cuesta nada.
- Es que esa mina es un embole, dejame de joder…Para qué me voy a quedar acá. Todo bien, pero a menos que la baje con un trago, me duermo.
- ¿Un embole?…Pero es buena…
-¿Y a mí qué me importa si es buena? No le quiero pedir un favor ¿Qué es ser buena? –Pensaba ella, y le preguntaba a él, sabiéndose, dadas las circunstancias, mala-¿Usar perlas? ¿Rezarle a Dios? ¿Desearle el bien a la gente? ¿No decir malas palabras ni experimentar ningún sentimiento demasiado intenso?
- Te pido por favor que cortes la verborragia, ya fue, dejemoslo ahí- Martín quería dejarla hablar, a pesar de todo, aunque le pidiera silencio. Porque sabía que en definitiva la curiosidad de Pilar estaba atiborrada de dolor.
- No, Martín, quiero saber en serio ¿Me podés decir qué carajo es la bondad y por qué creemos que eso es una cualidad? La gente buena dice cosas como “yo quiero lo mejor para vos”, como si ser buenos les diera un poder de descubrimiento de lo que es mejor para cada quién.
- No sé, es buena, es educada, lo acompaña a su novio, se ocupa de él, siempre le pregunta por mí. Es buena mina, pero no sé cómo fundamentarlo.
-¿Y yo soy buena? O sea, ponele, tus amigos te dicen que buena que es Pilar. No, ni en pedo. ¿O si?
- Hay miles de adjetivos mucho más interesantes para definirte a vos, y lo sabés, no me rompas las pelotas.
- ¿Sabés qué creo? Creo que la bondad es una necedad. Viven creyéndose buenos entre ustedes, y están tan convencidos de que lo son, y se reconocen como tales, que al final, nunca se enteran cuando cagan a alguien.
Para cuando Pilar acabó con su teoría acerca de la bondad ya estaban yéndose a dormir. Ella necesitada entender lo que era la bondad para poder convertirlo a él en otra cosa. Y él necesitaba explicarle lo que era ser buena para que ella pudiera serlo un poco más seguido. La noche no había resultado como esperaron. Es que ninguno de los dos tenía la capacidad para esperar acertadamente. Aunque ella discutiera con él, y apenas vislumbrara esas charlas sobre cosas que tanto la apasionaban, él no era ese hombre con quién llevarlas a cabo. Por más buenas que fueran sus intenciones.