jueves, 30 de junio de 2011

Who knows?

Por Flor Bea

El cineclub Buenos Aires MonAmour nos ofrece una película cuyo título va a lograr sacar a más de una deprimida de la cama, con agua nieve y todo, para ir hasta San Telmo a verla. No vaya a ser cosa que sea reveladora de esa verdad y nosotras nos quedemos en la cama con el buzo del demonio de Tasmania y las pantuflas de Pluto, haciendo zapping. 


LA VERDAD SOBRE LOS HOMBRES
de Nikolaj Arcel
Dinamarca (2010) 92min




Mads tiene 30 años, novia –que según él no es
realmente su tipo–, una buena casa, un buen
trabajo y está planeando tener hijos con ella.
Pero no está seguro de qué es lo que realmente
quiere. Él encuentra una carta que se escribió a
los 17 años y se pregunta si ha encontrado el
verdadero amor. Decide, entonces, tomar un
descanso de Marie para "encontrarse a sí mismo"
y saber si tiene todo lo que realmente quería y
si alguna vez ha sido verdaderamente feliz...

Presentada la película que aliento que vayan a ver, quería aprovechar el post para parafrasear algunas frases que escuché por ahí (en el subte, en la sala de espera del dentista, en la cola del supermercado y en un mail que releí, cuyo remitente no develaré) dichas (o escrita) por mujeres que, de un modo u otro, estaban sumergidas en una confusión, atravesadas por una incertidumbre, dolidas por una duda... Mujeres tratando de develar algo del misterio que les opacaba la verdad sobre el hombre que las ocupaba. Visto de afuera, podríamos decir: mujeres confundidas, en una misión imposible. Visto de afuera: enternece, da risa, malhumora y hasta aburre (incluso la misma). Protagonizado, es una trampa, un enroque. Si no podemos preguntar lo que no sabemos, entonces mejor callemos un rato, y que el cine hable. Hasta que podamos preguntar. Hasta que podamos.

"Tenía esperanzas de que me mandara un mensajito preguntando si iba, pero nada. Mirá, estoy segura de que pasó algo. Estoy triste. Pero no sé, no entiendo mucho. Tampoco quiero enterrarme ni ponerme molesta preguntándole si está enojado. Qué se yo, quisiera que todo esté bien. Me parece todo ridículo, no entiendo casi nada. Pero la verdad, espero que él aparezca, aunque más no sea para reprocharme algo. Lo que sea, pero necesito que vuelva a dirigirme la palabra”.

"Facundo siempre tiene un discurso donde deja entrever que él desea armar una familia, tener una novia formal, etcétera. Lo que nunca queda claro es si lo dice como diciendo ‘pero mientras tanto estás vos’ o si se le pasa por la cabeza que pueda ser yo esa mujer. Y él juega con esa ambigüedad todo el tiempo. Bueno, nada, nadie tiene por qué tener la respuesta a esta altura. Pero no te puedo negar que algo me incomoda. O capaz no, no sé”.  

“Ayer me rayé mal, la pasé feo... Gustavo ya fue. No te estoy diciendo que no vaya a verlo más, incluso quizá hoy cene con él (porque lo propuse yo, claro), pero... no me parece que la relación sea muy congruente. Mañana te cuento. No entiendo casi nada. Y cuando no se entiende casi nada, casi casi que lo mejor es tomar las cosas como vienen y punto. Si es que vienen. Y si no vienen, ni recordar que esperabas que algo viniera. Porque de otra forma, no sé, no la veo. Me nublé. Hoy no veo nada, y este supermercado encima es una mierda. Todo bien igual, me siento mucho mejor que ayer y que antes de ayer, y no porque haya resuelto algo, pero ya lo haré. Tengo la certeza de que, por sí o por no, lo mejor es tener respuestas. ¡A por ellas!, como dirían en otras partes de este mundo mediano, aunque más ínfimo y apremiante".

“Anoche cuando salió de su cena nos vimos. O nos veíamos, o explotábamos. Ya no dábamos más. Luego, no sé. Algo raro me pasó a mí. Hoy me siento, casi, verdaderamente muy mal. Pero, nada, a veces me conecto más, otras menos. Es verdad, llega un punto donde uno cree que cada día la relación tiene que crecer un poquito, y no es así. Anoche no pasó casi nada de eso. Después del sexo... ni me abrazaba. Le pregunté si quería dormir solo y me dijo que no. No, no quería, le creo. Pero yo me rayé un poco. Me sentí como el culo y me dormí profundamente. Sí, en ese orden. Ahora, ya a solas, pienso que me gusta demasiado. Y que no tengo ni idea de cuánto le gusto yo a él. Hoy tendría que haber faltado al trabajo, pedirme el día por tristeza".


 

 







miércoles, 22 de junio de 2011

Je ne regrette rien

Por Flor Bea


“Creo que ninguna mujer necesita a un hombre para ser feliz. Pero voy a cumplir 30 años y ya conocen el dicho: con 30 años te cae antes encima una bomba que un hombre”. Así comienza “Nadie me quiere”, la excelente película de Doris Dörrie. Después habla un poco de cuando conocemos a alguien, las citas que empiezan con un café, siguen con una o varias cenas… y, casi sin darte cuenta, empezaste a salir con un tipo. Entonces, te comprás ropa interior, empezás a ir al gimnasio, cambiás el gato por una tortuga porque él es alérgico y… “Al final, terminan dando miedo las relaciones estables”. Así habla Fanny Fink (Maria Schrader), su protagonista, frente a una cámara. Al monólogo le siguen los títulos de la película con la voz de Édith Piaf de fondo repitiendo “No me arrepiento de nada”, con esa fuerza y vibración que dan ganas de salir a gritarle al mundo todas las cosas que ya no te importan. “En tu lugar, jamás me enamoraría de mí”, remata Fanny, y uno ya sabe que la película promete aunque aún sea incapaz de imaginar una escena tan disfrutable y memorable como esa en la que ella, su vecino gay (Pierre Sanoussi-Bliss) y la hija de su amiga bailan una danza africana en el departamento de él, por nombrar sólo una de las mejores de esta obra y gracia de Dörrie.
Fanny Fink se ilusiona con Lothar (Michael Von Au), ese rubio de ojos celestes, vegetariano como ella y que también le teme a la muerte, con quien pasa una noche, casi por confusión y accidente. Pero ella, una romántica soltera tratando de salir de esa categoría y ansiosa por encontrar a su hombre, apuesta a la conquista y se lanza con botella de champagne, canastita y disfraz de caperucita negra sexy a darle una sorpresa erótica que termina en el peor de los fiascos.
Lleno de sarcasmo y perspicacia, el humor de esta película logra que las mujeres nos riamos de lo patético y vergonzoso pero, al tiempo, también de lo naif, tierno y encantador del enamoramiento, que hace que tengamos esperanzas en que, si no es por voluntad de él, al menos sea por arte de magia que aparezca en nuestro timbre o teléfono.
Fanny Fink irá superando la pena de que el amor del rubio no le sea correspondido, entre otros métodos, por medio de uno poco ortodoxo que consiste en comerse los pedazos de la cara de él que ella tiene en una fotografía recortada, porque su amigo y vecino gay, Orfeo, le dice que el único modo de olvidarlo es cagándolo, así que… ¡bon appétit!
Por último, creo que vale la pena sacarle brillo a una de las perlas del final: cuando ella se lo cruza en un ascensor y le dice, a ese mismo que se comió y por el que lloró noches y noches, por el que se maquilló como una puerta y se disfrazó ridículamente, por el que maldijo enamorarse y añoró estar tranquila y sola en su cama leyendo y tomando un té, a ese le dice: “Quería que envejeciéramos juntos y tuviéramos hijos”. Y lo genial es que él a duras penas sabe de qué le está hablando ella y ella ya no le está hablando a él. Es como cerrar con herramientas propias algo que se había abierto con otras diferentes, pero propias también. Si para olvidarlo había que sacarlo por el ano, tal vez también había que sacar algo por la boca: estas palabras que hacen del absurdo y del ridículo su punto cumbre donde lo que se dice ya no se corresponde con una realidad sino con un acto explosivo para despedazarlo todo y hacerlo desaparecer.
Después, el vecindario de ese edificio de departamentos situado en plena ciudad alemana bailará al ritmo de “No me arrepiento de nada” y los espectadores nos quedaremos balanceando la cabeza de un lado a otro y sonriendo con diversión y nostalgia por aquello que dolió y que ya no importa.

miércoles, 8 de junio de 2011

Lista de pistas


Por Flor Bea 


He aquí algunos indicios de que tu chico y vos se están constituyendo en una pareja. O sea, que empiezan a ser novios. Sí, suena fuerte para las fóbicas, pero es mucho mejor que quedar in eternum en la categoría de soltera, de nada o de no se sabe qué somo. ¿Tiburones? No. Dos personas que se gustan y que quieren estar el uno con la otra. Pero como es demodé preguntar: “¿Querés ser mi novia?”, lo más probable es que no te lo pregunte y que vos tengas que aprender a leer ciertos indicios que te harán sospechar que empiezan a ser novios. En esa etapa de sospecha, probable será que entres en pánico si, a pesar de los años que llevás haciendo terapia para poder construir una pareja, seguís siendo una fóbica con actitudes autodestructivas. En dicho caso, te sugiero que no hagas nada, porque si hacés algo que perjudique el avance de él, te lo recriminarás el resto de tu vida y pasarás los próximos ocho años de terapia hablando de él. Y de pronto, un día, tirada en el diván, le dirás a tu analista: “¿Hace falta que sigamos hablando de ese tipo? ¡Vamos!, que ya ni me acuerdo de su cara”. “Sí, claro que hace falta, porque te boicoteaste tu felicidad cuando hiciste lo que hiciste con él”. Ok, entonces vas a querer dejar de ir a terapia porque casi casi estarás al borde de pensar que tu analista es un/a hijo/a de puta/¿o?; pero, a esa altura, más fobia que tener pareja te dará no tener psicólogo/a, entonces volverás cada semana a ese diván, que para entonces (sin contar el tuyo), será el colchón en el que más veces te habrás acostado, así que ya no podrás dejarlo, pues te sería más traumático que un divorcio. Por eso, para ahorrarte ocho años de terapia y poder comprarte algún día de esta vida un monoambiente, esta vez, por dios y todos los cielos, no hagas nada si entrás en pánico frente a los indicios que a continuación se detallarán. ¿Qué cómo se hace para no hacer nada? Pues, si no sabés no hacer nada, simplemente quedate quieta y dura. Y si te pregunta qué te pasa, decile que tenés tortícolis, y que necesitás masajes. Así estarás convirtiendo tu pánico en un momento sensual (¿quién lo hubiera dicho, no?).
La que sigue es una lista de algunos de los posibles indicios. No se pretende un listado acabado, por ello, invito a los/as lectores/as a que la completen en ingeniosos comentarios.
1.     Entra al baño mientras te estás lavando los dientes y mea con vos ahí adentro (no seas tímida, animate a fijarte cómo apoya su mano izquierda en el azulejo, es hermoso conocer la posición de sus dedos en ese momento).
2.     Entra al baño mientras vos estás meando, se apoya en el marco de la puerta y te pregunta algo que de urgente no tiene nada, tipo “¿alguna vez fuiste al Italpark?”. Sí, pero podríamos haberlo hablado cuando terminaba de mear, pensás por dentro pero le contestás sí o no. Bueno, entendelo, él sólo quiere verte sentada en el inodoro y conocer a qué altura te bajás la bombacha (¿a las rodillas, a los tobillos?) Si vas a ser su novia, no es un dato menor…
3.     Se olvida de llevar a tu casa el cepillo de dientes y te pregunta si te jode que se lave con el tuyo. Es evidente que, más allá de si a vos te jode o no, a él ya nada de vos le da asco.
4.     Ni hablar de si cuando te ve sacando tu cepillo portátil del porta cosméticos, te dice: “¿Por qué no te traés uno y ya lo dejás acá?”.
5.     Te propone, visto y considerando que si no, vas a tener que hacer tiempo desayunando en un café, que te quedes durmiendo en su casa y te levantes a la hora que para vos esté bien, total, él te deja otro juego de llaves y vos te vas cuando querés. “Ah, en la alacena hay café instantáneo, para mañana”, agrega desde el baño mientras hace caca (con la puerta cerrada, sí).
6.     La caca empieza a ser un tema de conversación. Si antes era algo tabú, ahora puede contarte que la sopa de porotos le dio gases o que está constipado o que tuvo que correr desde la estación de subte hasta su dpto. porque se cagaba encima.
7.     Te pregunta qué te gustaría hacer en las vacaciones, y no dice nada más. Vos te vas a quedar boyando con la idea en la cabeza, pero tranqui, estamos en invierno. En unos meses te reenvía las promos de Ati…
8.     Te pide que te fijes si tiene caspa porque le estuvo picando la cabeza y él, lógico, no puede verse. De paso, ya que estás en la zona… “¿no me cortás un poco el pelo? Lo tengo medio largo, ¿no? ¿O a vos te gusta así?”. (¡Oh, sí!, le importa tu opinión sobre su estética).
9.    Están en el supermecado de su barrio y, entre góndola y góndola, te pregunta:“¿Necesitamos algo más?”. Vos te quedás pensando que no puede ser más lindo cuando usa ese verbo en plural, en vez de hacer memoria para recordar cuántos huevos había en su heladera. Pero, por suerte, él te arranca de la distracción con un remate: “Ah, crema de enjuague para vos”. Ok, te mearías encima si no fuese porque no está socialmente aceptado mearse los pantalones, en un supermercado, por amor.

miércoles, 1 de junio de 2011

Una palabra, por favor.


Por Maite Pil

En inglés hay un término que define perfectamente un tipo de relación y es el fuckbuddie. La definición sería algo así como alguien con quien te encamás, con cierta frecuencia, pero que no es tu novio/a, ni está en carrera de serlo. Los ex novios/as entran también en esta categoría. Sin embargo, en nuestro idioma, no tenemos un término específico, y en cambio, solemos utilizar el término “amante”.No es azaroso, porque no tener una palabra que delimite esta realidad implica que no haya límites claros. Amante significa el que ama. Y empiezo a sospechar que justamente por eso comienzan los problemas. Todavía no tenemos la palabra justa, por lo tanto, no tenemos el límite. Parte del tire y afloje que contamina todas las relaciones entre hombres y mujeres argentinos es algo cultural. He conocidos muchos hombres de otras tierras, y les puedo asegurar que con ninguno de ellos me he visto envuelta en las tragicomedias de enredos en las que me he visto con argentinos ¿Hay una falla comunicacional porque nos faltan las palabras o porque nos sobran?
El rol del hombre ha cambiado mucho desde que las mujeres empezamos a darnos cuenta de que podíamos experimentar la sexualidad sin culpas. Y eso claramente nos posiciona en otro lugar y, por ende, a ellos también. “El hombre propone la mujer dispone”: esto ya no rige; y todos, hombres y mujeres, nos quedamos tambaleando.
¿Será cierto que las mujeres somos más propensas a enamorarnos cuando hay relaciones sexuales de por medio? ¿O será esto una fantasía masculina? He investigado un poco al respecto y creo, que en definitiva, a todos se nos pone en juego algo cuando hay un otro (cuerpo) de por medio. Por supuesto que cuanto más recurramos a un único y mismo cuerpo mayores son los riesgos.
No son tiempos fáciles…Porque aunque no haya una palabra para definirla, sí hay una necesidad de separar al sexo del amor. Y esto sucede justamente porque el amor no es fácil, y la soledad menos. Y ahí, entre medio del sexo despojado de humanidad y el amor comprometido, queda haciendo equilibrio la seducción, el deseo, las ganas de divertirse, de compartir un vino, una charla, una película, una cama y, por qué no, algo de cariño. 
Y no, no con todos será esto posible. Y sí, algunas veces creerás que te enamoraste.