Por Maite Pil
Julia llega a lo de Leticia sin saber de qué va la cosa. Presiente que lo que a Leticia le pasó es impronunciable. Ni bien entra a la casa, ella le da una hoja impresa con algo que había escrito. Le pide que lo lea en voz alta, a lo cual Julia accede:
Julia llega a lo de Leticia sin saber de qué va la cosa. Presiente que lo que a Leticia le pasó es impronunciable. Ni bien entra a la casa, ella le da una hoja impresa con algo que había escrito. Le pide que lo lea en voz alta, a lo cual Julia accede:
- La sangre se pone negra, espesa, inquieta. Cómo hace para ser tan ligera con semejante peso... Sonreír después de tanto tiempo provoca cierto extrañamiento. Hay una calidez espeluznante. Y un monstruo horroroso que espera en esa misma sangre a ser despertado. Es el monstruo. También hay una muerte a los gritos que llega ante el silencio. La distancia es punzante. Y después cesa, vuelve la calma. El absurdo y la locura se consuelan falsamente. Ya se lo dieron todo. La boca siempre es cómplice. Mi piel nunca supo padecer una espera. El cuerpo es un complot. Yo no soy mis pies, ellos casi nunca tienen algo que ver conmigo. Se ocultan, quedan quietos. Si mis pies tuvieran párpados, los cerrarían. Mis manos me deben una disculpa y yo les debo más. Ellas van a donde mis ojos les digan. Los ojos tienen la culpa. Si no viese… Son ellos que no me dejan ir, insisten. Empeñados en herirme, yo cedo. Quería sentir dolor. Quien nunca sintió dolor no tiene nada que ver conmigo. No lo descubrirían Yo sí. Son ellos. La culpa es de los ojos.
- ¡¿Podés creer que ella use las remeras por arriba del ombligo?! -Estalla Leticia.
- ¿Pero es flaca?-Esa es la primer pregunta que a Julia se le ocurre hacer, es que no sabe de qué están hablando.
- Mirá, no sé, no quiero ni pensar en eso. Voy a abrir una cerveza ¿Querés? Así se te relajan un poco las facciones. Y a mí también. Es que o me pongo a reír o empiezo a revolear almohadones como en la época de Henry...Sigo necesitando organizar la fiesta del grito. Habría que conseguir un lugar donde nos aseguremos que los vecinos no se quejen por los ruidos. Que sea en una terraza si es posible. Creo que puede ser un éxito, no debo ser la única que tiene cosas para gritar al aire.
- No, quedate tranquila que yo también voy a gritar…Che Leti, tenés re bien la piel de la cara, el amor te sienta genial.
- ¿De qué amor me hablás si Santi es un chanta y mi dermatólogo me cobra una fortuna?
-Pero, ¿qué pasó? Yo por el tono de lo que me hiciste leer supuse que algo andaba medio raro… Contame bien qué pasó.
- Bueno ¿Viste que cuando vos mentís ponés la voz aguda?
- Sí, es verdad.
- Bueno, él cuando miente bosteza. Mirá, esto no es científico, pero ocho de cada diez hombres bostezan cuando mienten, no me preguntes por qué. Te lo juro, Diego también me lo hacía. Y bueno, eso, hoy estábamos hablando de lo que habíamos hecho el finde y bostezó. Estoy segura de que se mandó alguna...
- ¿Pero el comentario de la chica que usa remeras de la década del noventa qué tiene que ver con que Santi tenga sueño?
- Ay Julia, no puedo ni verbalizarlo. Te prometo que ni bien pueda contarte nos juntamos a tomar unos mates…Bueno, pongo la peli ahora, antes de que empecemos a bostezar nosotras.
Me gustó mucho el relato :) Tendré en cuenta lo de los bostezos ;)
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