Por Maite Pil.
Tuve una pareja, bah, nunca fuimos novios, me lo cogí por dos años, pero jamás formalizamos. Eso debería haberme dado una pista, no? Después mi mamá se murió y yo me enojé porque él no estuvo para acompañarme y, claro, se juntó con una extranjera y se fue. Yo lo bloqueé, empecé terapia por él, lo superé. Conocí a alguien, el vecino de enfrente, literal. Estaba, física y sentimentalmente hablando, disponible. Tuvimos una hija, compramos cosas, diseñamos una casa. Hasta que sentí que el amor ya llegaba al techo, o al piso, o no llegaba a ningún lado, y me separé. Necesito ser libre, escribir, decir lo que se me cante el orto, estar en ambientes creativos, recuperar mis amistades y contactos.
Mi novio internacional me vuelve a encontrar. Hey you. Vive en Suiza con una mina diferente a la que se fue de Argentina. Viene de visita, yo creo que, si después de todos estos años de no verme, todavía piensa en mí, es porque me ama. Hasta que una mañana fatídica, cuando nos despedimos, me dice: gracias por el pete. Ahí me di cuenta de que las mujeres suecas no cogen como nosotras.
Pasó un año y volvió de visita…Y traté de hablarle mal de su elección: Suiza es aburrida. No podía decir nada más, y eso que lo googleé. Es un país perfecto. Los odio.
Así que cambié la perspectiva. ¿No es mejor pagarle a tus padres el boleto para que vayan a verte? ¿Qué clase de persona sos? ¿Por qué ver a una latina que ni siquiera aplicaba como novia en un contexto argentino? Hasta que un día llegamos a hablar seriamente, y le dije: no quiero verte y no me seduzcas, siempre que me sedujiste te cagaste en mi amor. Y me dijo: "Tenés razón, pero te traje un chocolate y una sorpresa".
Mañana les cuento de qué se trata.