Por Maite Pil.
El otro día subí a facebook mi opinión respecto de la película "500 días con ella", que es, básica y resumidamente, que si la película pretendía relatar una historia de amor masculino, fracasa; ya que el protagonista está en una posición femenina y todas las mujeres nos identificamos con él.
Me saltaron a la yugular. Tal vez, el problema fundamental de mi razonamiento fue asumir que existe tal cosa llamada "amor masculino". Pero en primer término, y por sobre todas las cosas, mi mayor error fue no haber establecido qué es femenino y qué es masculino, en tanto posiciones. No se trata de convenciones relacionadas con el género o el sexo biológico, las nenas rosa y los varones celeste, no. Posición femenina sería aquella que asume su falta, su castración. Posición masculina, estaría del lado de la potencia, del tener y del poder. Por ejemplo, Ray Donovan, el personaje de la serie titulada de la misma forma, es un claro ejemplo de una posición masculina, el tipo es un pene andante. Ojo, hay posiciones masculinas en mujeres también, sin ir más lejos, a Cristina Kirchner se le ha achacado muchas veces no hacer política desde la femineidad.
No quiero meterme en terreno escabroso, son épocas donde la lucha por la igualdad en materia de derechos no está del todo delimitada en relación a la pretensión de igualdades subjetivas. Supongo que sólo el tiempo, y el avance del feminismo, nos revelará cuánto se sobredeterminan.
Pero volvamos al amor. Si es así como dijo mi querido ex psicoanalista L.L. (¿existe ese término, ser ex psicoanalista de alguien? ¿Tener un ex psicoanalista?) que amor masculino es una contradicción, es decir, que siempre se experimenta al amor desde una posición femenina, no debería haber intriga alguna. Bastaría con haber pasado por la experiencia de amar para saber cómo ama un hombre. Sin embargo, esto no es así. Pienso entonces que, tal vez, la intriga fundamental, no sea cómo ama sino cuándo y por qué.
Las mujeres - no es que me adjudique el derecho de hablar por todas las mujeres sino que a los fines de la reflexión me sirvo de generalidades o de lo que yo entiendo por generalidades- queremos incesantemente saber por qué. Y la pregunta no es tanto por qué me ama sino por qué no me ama. No es necesario tampoco llegar al extremo de la pregunta sobre el amor, se puede observar en cuestiones más pequeñas: por qué me clavó el visto, por qué no me contesta, por qué no me dijo de hacer algo este fin de semana, etcétera, etcétera. Es un flagelo.
Retomo la otra pregunta y digo cuándo porque estoy convencida de que los hombres están completamente atravesados por las circunstancias. Difícilmente un tipo que no quiera enamorarse se enamora. Tienen que predisponerse para el amor. Las mujeres, en cambio, solemos estar más desprevenidas; yo, por ejemplo, podría sucumbir a los encantos de un seductor en medio de un incendio. Claro que no sería el momento ni el lugar, pero podría suceder y no me resistiría.
Tal vez - y esto corre exclusivamente por cuenta mía- el hombre se sirva de las circunstancias para defenderse de caer en esa postura que necesariamente implica el amor que es la de la falta, la feminización. Hace muchos muchos años tuve un novio que cada vez que yo le planteaba algo de la relación, me decía que tenía que pagar las expensas. No miento, así de absurdo como suena. Yo lo entendía, igual. Las expensas lo sacaban a flote, no era un insensible ni un psicópata- aunque le hubiese encantado serlo- era un tipo que no podía amarme y pagar las expensas al mismo tiempo. Esta fantasía de no poder cumplir, de no poder rendir, de que una mujer trastoca el orden de las cosas, es masculina. Por eso muchas veces lo hombres no aman sino a fuerza de convencimiento. Hay que convencerlos y, en muchos casos, darles garantías. Las mujeres- o cualquiera que se identifique con una posición femenina-, al ya nadar en las aguas de la castración, no tenemos tanto rollo con esto. Tenemos otros, obviamente.
En fin, espero haber echado algo de luz respecto de lo que quise plantear, fallida e incompletamente, el otro día. Yo, por mi parte, seguiré con este espacio de reflexión que me reservo para compartir con ustedes. El objetivo no es tanto encontrar respuestas, mucho menos ofrecérselas como tales a ustedes, sino, al menos, delimitar los misterios que me importan en esta vida.
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