... Como niños perdidos en un bosque.
Eran hombres que dudaban, incluso.
Javier Cámara
La vida es otra cosa.
La vida se trata de construir pensamiento, de construir cosas de verdad,
de construir relaciones de verdad, de construir correlaciones de generosidad,
de solidaridad, de humanidad con la gente que nos rodea.
De eso se trata la vida.
Leonardo Sbaraglia
Por Flor Bea
Cesc Gay es un director de cine catalán. Si no les suena su nombre,
ahora cuando les diga qué peli dirigió sabrán de quién hablamos: es el
director de En la ciudad (por cierto, si no la han visto, véanla o agréguenla a la lista de las pendientes). Pues bien, Una pistola en cada mano es su último film, que se ha estrenado aquí en España hace medio año más o menos.
Se trata de una película coral organizada por duetos o pares de personajes que face to face exponen sus miserias, ya sea con intención o porque son hombres comportándose de un modo patético o miserable como consecuencia de un amor que se les escapa (pienso, sobre todo, en el personaje interpretado por el gran Javier Cámara).
Son hombres en crisis. Divorcioados o separados. Que su mujer los ha dejado por otros. O cornudos. Hombres solos y tristes. Que van al analista y salen llorando. Que tienen una familia compuesta por un precioso hijo y otro en camino pero que no desean a esa mujer embarazada. Hombres perdidos. Que no saben pedir ayuda. Que se quedaron si un sostén femenino (no me refiero a un corpiño...). Hombres apenados. Y algunos, incluso, secos, si un mango, como el personaje que interpreta Eduard Fernández, que tiene que poner plata para el regalo grupal de Julián y apenas puede tirar unas monedas de euro sobre la mesa (además de que vive con su madre porque tras su divorcio tuvo que volver a esa casa). Hombres quebrados. Eso, quebrados.
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