Por Flor Bea
Les había prometido hablar del último de los cortos que conforman la película Paris, je t´aime (http://en.wikipedia.org/wiki/Paris,_je_t%27aime) en otro post, así que en este voy con eso.
“Dicen muchas cosas de París: dicen que es un lugar donde los artistas encuentran inspiración. Dicen que es un lugar adonde viene la gente para descubrir algo nuevo sobre sus vidas. Dicen que es un lugar donde puedes encontrar amor. (…) durante esos días pensé mucho en mi vida. Me pregunté si París realmente me gustaba y si viviría ahí si tuviera dinero. (…). Visité un cementerio donde entierran a gente famosa (…) y pensé en mi madre, que murió de cáncer el año pasado. Un día, también me enterrarán, y nadie, quizás, irá a visitarme. Pero no lo sabré, estaré muerta. Sin embargo, no soy una persona triste, al contrario, soy una persona alegre. Tengo muchos amigos y dos perros maravillosos. Pienso a veces que sería agradable tener a alguien con quien compartir esta vida. Por ejemplo, mientras miraba panorámicamente a París desde un mirador deseé decirle a alguien: Es hermoso, ¿no? Pero no hubo tal persona. Pensé en mi ex novio, Dave, si a él le gustaría este viaje. Pero me sentí un poco estúpida porque ya habían pasado 11 años de la última vez que hablamos. Él estaba ahora casado y con tres hijos. Encocontré un parque muy bonito (…) y entonces algo pasó, algo que es muy difícil de describir: allí sentada, en un país extranjero, lejos de mi trabajo y de toda la gente que conocía, una sensación se me vino encima. Como si recordara algo, algo que nunca había sabido y que había estado esperando. Pero no sabía qué era. Era quizás algo que había olvidado. O algo que me había faltado toda mi vida entera. Puedo decir solamente que al mismo tiempo sentía alegría y tristeza. Pero no una gran tristeza, porque me sentía viva. Sí, viva. Ese fue el momento en que caí enamorada de París y en ese momento también sentí que París me amaba a mí”.
Sí, lo que hice fue transcribir parte del guión, porque era más directo y sincero que comentarlo. A pesar de que esa declaración de amor a la ciudad no tiene nada que ver con un testimonio personal mío. Mi relación con París no es de amor, es mucho más compleja. Se parece más a las relaciones que tuve con algunos amantes. Estoy mucho más cerca de sentirme despreciada por París que amada, como me pasaba con ellos. Y sin embargo, siempre vuelvo… a París y a ellos, sí, porque de patético en las pasiones hay muchísimo. Pero quise transcribirlo porque es bello. Porque cuando uno viaja se siente libre para pensar en la muerte, libre para sentir tristeza y alegría simultáneamente. Libre para pensar en un ex. Y nada atormenta demasiado bajo ese manto de libertad. Cuando yo sueño para mí una muerte en paz, me imagino algo como morir en un trance parecido al de un viaje. El otro día iba en coche por una carretera de Francia y pensé: quiero que la vida sea esto, un transcurrir en la ruta hacia un sitio al que nunca se llega. Que la vida sea el transcurso y no el destino.
Para terminar, porque en este momento prefiero la música y la letra de esa música a mis palabras, comparto a Loudon Wainwright y su hijo Rufus con dos canciones diferentes, bellísimas y que vienen al caso.
“[…] y que nunca, nunca te pase
que no sepas regresar,
aunque regresar quede más adelante y no más atrás”.
Pescetti, Cartas al Rey de la Cabina
Pescetti, Cartas al Rey de la Cabina
Les había prometido hablar del último de los cortos que conforman la película Paris, je t´aime (http://en.wikipedia.org/wiki/Paris,_je_t%27aime) en otro post, así que en este voy con eso.
“Dicen muchas cosas de París: dicen que es un lugar donde los artistas encuentran inspiración. Dicen que es un lugar adonde viene la gente para descubrir algo nuevo sobre sus vidas. Dicen que es un lugar donde puedes encontrar amor. (…) durante esos días pensé mucho en mi vida. Me pregunté si París realmente me gustaba y si viviría ahí si tuviera dinero. (…). Visité un cementerio donde entierran a gente famosa (…) y pensé en mi madre, que murió de cáncer el año pasado. Un día, también me enterrarán, y nadie, quizás, irá a visitarme. Pero no lo sabré, estaré muerta. Sin embargo, no soy una persona triste, al contrario, soy una persona alegre. Tengo muchos amigos y dos perros maravillosos. Pienso a veces que sería agradable tener a alguien con quien compartir esta vida. Por ejemplo, mientras miraba panorámicamente a París desde un mirador deseé decirle a alguien: Es hermoso, ¿no? Pero no hubo tal persona. Pensé en mi ex novio, Dave, si a él le gustaría este viaje. Pero me sentí un poco estúpida porque ya habían pasado 11 años de la última vez que hablamos. Él estaba ahora casado y con tres hijos. Encocontré un parque muy bonito (…) y entonces algo pasó, algo que es muy difícil de describir: allí sentada, en un país extranjero, lejos de mi trabajo y de toda la gente que conocía, una sensación se me vino encima. Como si recordara algo, algo que nunca había sabido y que había estado esperando. Pero no sabía qué era. Era quizás algo que había olvidado. O algo que me había faltado toda mi vida entera. Puedo decir solamente que al mismo tiempo sentía alegría y tristeza. Pero no una gran tristeza, porque me sentía viva. Sí, viva. Ese fue el momento en que caí enamorada de París y en ese momento también sentí que París me amaba a mí”.
Sí, lo que hice fue transcribir parte del guión, porque era más directo y sincero que comentarlo. A pesar de que esa declaración de amor a la ciudad no tiene nada que ver con un testimonio personal mío. Mi relación con París no es de amor, es mucho más compleja. Se parece más a las relaciones que tuve con algunos amantes. Estoy mucho más cerca de sentirme despreciada por París que amada, como me pasaba con ellos. Y sin embargo, siempre vuelvo… a París y a ellos, sí, porque de patético en las pasiones hay muchísimo. Pero quise transcribirlo porque es bello. Porque cuando uno viaja se siente libre para pensar en la muerte, libre para sentir tristeza y alegría simultáneamente. Libre para pensar en un ex. Y nada atormenta demasiado bajo ese manto de libertad. Cuando yo sueño para mí una muerte en paz, me imagino algo como morir en un trance parecido al de un viaje. El otro día iba en coche por una carretera de Francia y pensé: quiero que la vida sea esto, un transcurrir en la ruta hacia un sitio al que nunca se llega. Que la vida sea el transcurso y no el destino.
Para terminar, porque en este momento prefiero la música y la letra de esa música a mis palabras, comparto a Loudon Wainwright y su hijo Rufus con dos canciones diferentes, bellísimas y que vienen al caso.
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