Por Flor Bea
Yo iba caminando por una de esas calles de La Boca que parecen que son dos calles pero es una sola con un nombre compuesto y un nexo copulativo que los une. Como si se llamara Pis y Mear, pero otra cosa; de hecho, no eran palabras relativas a lo urinario sino que creo que es el apellido compuesto de un escritor del S. XIX, pero tampoco estoy muy seguro. Hacía un frío de cagarse; iba re puteando porque en La Boca con ese Riachuelo tan cerca debe de hacer como tres grados menos. Para peor, yo tenía una campera de jean con corderito adentro pero un corderito gastado, y encima es medio corta. El punto es que hacía un frío de cagarse y había una baranda a mierda que no se podía creer. No sé si venía de los soretes de las veredas o del río hecho mierda ese que tenemos ahí y que se ofrece al otro río, al de turistas, que corren por el caminito. Yo iba, entonces, mirando el empedrado y no sé por qué carajo iba recitando partes de la obra de teatro que me quedaron grabadas y se me reproducían en la mente contra mi voluntad: “¿Alguna vez se te ocurrió que estás buscando en el lugar equivocado?”, por ejemplo. No avanzaba a paso apurado porque me chupaba un huevo llegar tarde, para qué mentir. Tenía que llegar a un teatro under a retirar parte del vestuario y de la escenografía que habíamos utilizado para representar una obra de Sarah Kane; a mí me había tocado el papel de A. Yo iba a cargar en un bolso lo que había usado yo y una amiga, M en la obra, pero el resto no pensaba llevarlo, tampoco de burro de carga iba a hacer. Los demás también podían acercarse a buscar lo suyo cuando quisieran. No era de garca, es que en el bolso todo no iba a entrar. Además, me sentía como el reverendo culo: no era sólo el frío de re cagarse y el olor a mierda, era algo más que tenía metido como el personaje de Sarah Kane y peor incluso. Y para sentirse peor que un personaje de Sarah sí que hay que estar realmente como todas las mierdas juntas. Era una angustia del carajo, llamémoslo por su nombre. Una soledad que me helaba los huesos, una nostalgia enviada sólo para mí por el mismísimo diablo. Y me cago en la concha de mi madre, venir a sentirme así un martes al mediodía en vez de irme con ánimos normales a Constitución a comerme un sándwich de vacío, venía rezando yo mientras caminaba mirando el empedrado. Ahora que lo pienso, capaz que ni era La Boca, era Barracas, pero qué mierda me importaba a mí en medio de semejante vacío. Yo no recordaba la última vez que había amado a una chica. Y se me venía el parlamento de A de nuevo a la cabeza: “retenerte en la cama cuando te tengas que ir y llorar como un bebé cuando realmente te vayas”. Cuando llegara a mi casa me iba a hacer una tremenda paja, sí, ¿y pero con eso qué? Y mi ex, a veces pienso que ya no existe. Los noviazgos siempre me parecieron como películas; no porque me duraran dos horas pero sí por su estructura de principio nudo y fin. Y tampoco me duraron tanto además. Y después los recuerdo como películas, como ¿te acordás de esa con Nicolas Cage en pedo?, como si fuera lo mismo que autopreguntarme ¿te acordás cuando fuiste con ella a la playa y comían un durazno que chorreba sobre la arena? En eso iba pensando en medio de la mierda que flotaba, en mi pasado que ni recuerdo y en mi personaje de la obra que no soy yo, en eso, o sea, dicho en criollo: en mi vida vacía. Cuando, de pronto, como salida desde debajo de un adoquín, apareciste. No sé de dónde saliste, solcito, ¿me podés decir de dónde saliste? Apareciste adelante, casi obstruyéndome el paso y me preguntaste “¿vos sos el actor de Crave, del teatro de la otra cuadra?”. Así me lo preguntaste, recuerdo exactamente tus palabras y hasta la coma, por eso la escribo. Pusiste una coma después de Crave. Qué linda que sos, hablás con comas. Tenías los ojos más hermosos que yo haya visto en mi vida; no es tanto por el color ni por las hermosas pestañas, era esa mirada. Te juro que me penetraste con la mirada y entonces fue como que yo te penetré a vos. Te sentí desnuda, la piel suave, pezones marrón clarito, estoy seguro que sos de esas mujeres que tienen los pezones claritos. Yo te pasé la lengua por cada uno de tus pezones y tus ojos se emocionaron de placer. Fue el mejor orgasmo que tuve en mi vida. Yo… yo quería preguntarte si vos sentiste lo mismo. Si en esos segundos que duraron nuestras miradas haciendo el amor mientras se suponía que yo por lo menos tenía que estar pensando qué contestarte o simplemente contestarte “sí, soy yo” vos también tuviste un orgasmo, o algo parecido, no sé. Eso te quería preguntar. Un orgasmo en el alma. No quiero ser obsceno o guarango, no te estoy preguntando si te mojaste, no estoy hablando de eso. Con que me digas lo que te pasó de la cintura para arriba está bien, porque en esa zona están tus pechos y tu alma y tus ojos y estoy seguro que todo pasó ahí.
Después te sonreí y te dije “jajaj, gracias” y seguí caminando, consumiendo más y más mierda.
No sé cómo explicártelo, pero sos la mujer que más me dolió en la vida, y aunque seguro no leas mi blog y por ende nunca leas este relato, flaca, yo quería decirte que si pudiera encontrarte no te mezquinaría nada de amor, ¿entendés? Te diría que sos hermosa aún cuando decirte eso me hiciera sentirme a mí el tipo más feo del mundo. Pero si vos no llegás a leer este blog, o si lo leés pero yo no me entero que lo leés, cosa que prácticamente sería lo mismo, entonces yo seguiré vacío.
Ah, pido perdón a mis lectores que están acostumbrados a leer mis post sobre fútbol y teatro, pero necesitaba hablarle a esta piba.
*Estimados lectores de Esdomingoynotengonovio, quise escribir con narrador masculino para jugar un poco con las voces y pensar como un hombre por un rato y hacer ese ejercicio… y otros. Quiero jugar, quiero jugar y por sobre todo, quiero no jugar sola. Con ustedes juego, y esto lo digo en el mejor de los sentidos del juego, en el mismo que digo que quiero jugar. Ojalá juguemos todos juntos (no estoy proponiendo una orgía, eh).