miércoles, 22 de enero de 2020

Es el capital, estupide.




Por Maite Pil. 




Era mi día libre y quería ver una película que me atrapara, que me resultara fácil, que no me perturbara demasiado. Vi varias aquel día, que no vienen al caso, algunas malísimas, pero una de ellas, hoy, decantó. "Bombshell" o "El escándalo", (Jay Roach, 2019), que aún no se estrenó en cines acá, me dejó un parloteo interno, más ético y moral que cinéfilo. 
De su estética no tengo nada que decir, bah, nada que reprochar. Casi todo el film transcurre entre sets de televisión y con mujeres coquetas. Está bárbaro que hayan mantenido eso, colores vivos, ritmo narrativo al palo y outfits de comedia. Es que no es un drama. Bueno, sí lo es. Pero el film muestra cómo el drama puede inmiscuirse en ambientes donde la fotografía no acompaña. Que no le hayan bajado la graduación al color, ni hayan pretendido darle un tono sepia, o sombrío, a las escenas de abuso, es lo que había que hacer, si se quiere ser verídico, claro.  
Por supuesto que el propósito narrativo de la película es contar que muchas mujeres han sido abusadas por su jefe en la FOX. Destapar esa olla, pasar alguna factura o pagar un pecado, capitalizar el momento y hacer una gran película pochoclera sobre el asunto. 
Lo que me resulta interesante, verdaderamente, es cómo el film, creo, sin siquiera proponérselo, plantea en qué escala de valores nos manejamos los individuos y cuáles son los aspectos que consideramos vulnerados. 
No quiero spoilear mucho, pero, digamos que, la mayor parte del abuso consiste en un abuso de poder: si no hacés tal cosa no vas a tener tal otra (lo que querés). Y claro, en la configuración del esfuerzo, en la idea de la meritocracia, el sexo ha sido excluido, entonces si se lo hace, es con culpa y rechazo. O no se lo hace, y se fracasa. 
Las mujeres que accedieron a dicho intercambio, lo callaron, y no renunciaron a los privilegios. Jamás pensaron en la idea de que aquel acto convalidaba otro, y, en algún punto, hasta fantasearon con que a otra no se lo pediría, porque ellas eran lindas, especiales, merecidas. 
Son víctimas, claro, porque se vieron obligadas a elegir bajo condiciones arbitrarias y obscenas. Y no las juzgo, en absoluto. Yo he hecho más por menos. 
El sexo, ¿dejará de ser un arma de negociación? ¿O será que el placer adquiere una forma sexual para inmiscuirse en los negocios? Si viviéramos en otro tipo de sociedad, ¿chuparíamos una pija si no quisiéramos? 
Esto es lo que pasa cuando se vive bajo un régimen capitalista, triunfalista, meritrocrático e individualista: nos comemos un pijazo. 

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