domingo, 20 de enero de 2019

El obstáculo de amar








Por Maite Pil.



Hojeando "El arte de amar" de Erich Fromm me topé con una oración que sobresalía de la página, tuve que releerla - la completaba rápidamente con el sentido contrario- porque va un poco a contramano del espíritu de nuestra época: "(...) y sin duda no estar o no ser aburrido es una de las condiciones fundamentales para amar". 

Por empezar, en general, si hay una pregunta que se haga respecto del amor, en estos tiempos, es cómo hacer para ser amado. Pensamos al amor, en primera instancia, como aquello a recibir, no a dar. -Porque, además, para amar, digamos, no hace falta gastar un peso. Sin embargo, para ser merecedores de amor, nos han dicho, sistemática y compulsivamente, que debemos pasar por la aceptación y la atracción. Y eso sí requiere de cierta inversión. Quien busca ser amado hace a la economía funcionar.- 
Este lugar pasivo en que todos nos colocamos, más o menos, creo que influye mucho más en todos los rollos que hay hoy por hoy respecto a la maternidad y la paternidad que la interpretación  independentista que se hace de esto. Ser madre o padre ya todos sabemos que no deriva, necesariamente, de un amor preexistente, de una pareja constituida. Aún así, hay mujeres esperando ser amadas para llevar esta función a cabo, y hombres que confiesan que asumirían ese rol sí y solo sí la mujer que los ama se los reclama. Parece estereotipado y antiguo lo que digo, pero sigue sucediendo en el ámbito heterosexual. No estamos tan avanzados como creemos. 
He hablado con muchas personas que me han dicho no voy a tener un hijo con cualquiera. Pero lo que están diciendo, en verdad, es que no están dispuestos a colocarse en el lugar de dadores de amor sin antes haber pasado por la experiencia del recibimiento; no pueden correrse del lugar de ser los corresponsales del amor. Ahora ¿acaso no cumplimos ya esta función siendo hijos?
Odio hacer aclaraciones porque cortan el espíritu del texto, pero la época lo requiere y lo entiendo: no creo que toda persona deba desear tener hijos ni que tener hijos sea el único medio para hacer el pasaje de buscar ser amado a amar. Simplemente me parece un buen ejemplo ilustrativo y que se ha vuelto mucho más sintomático de lo que se cree. 

Voy a ir a la segunda cuestión que me llamó la atención de la oración: el aburrimiento como impedimento para amar. Cualquiera pensaría que no tener grandes estímulos u ocupaciones es más bien el propio estado que empuja a buscar a un otro. 
Ni siquiera es que pensemos en términos de aburrimiento demasiado; creemos que el aburrimiento, con tanta cosa inventada, se erradicó, como la peste negra.- Debe haber millones de aburridos en el mundo diagnosticados con depresión.-
Algo de la actividad y de lo inactivo se nos juega a todos a la hora de estar frente a un otro. De pronto no queremos parecer demasiado ocupados - o entretenidos- para que no se piense que no hay lugar para alguien más. O, incluso, a la inversa, quién no se ha inventado una salida o un plan para no quedar como siempre disponible
El amor compite dentro de una serie de actividades, aunque en el discurso se pretenda ir hacia otro lado. Predicamos- hombres y mujeres- que buscamos compañerismo, aspiramos darle al amor un lugar paralelo pero aditivo; sin embargo, terminamos por colarlo en la agenda.  

El vinculo de la humanidad con el amor va a ir mutando. No importa realmente qué pasaba antes en comparación con lo que suponemos pasa ahora; si la idea del amor hacía más pié en el dar que en el recibir. Porque, sea como fuera, algo permanecerá irresoluble. Alguien tuvo que escribir El arte de amar, vamos! Que lejos de hacer oda a un tipo amor, es síntoma de que en esta materia algo siempre falla. El aprendizaje es siempre inexacto y la experiencia es intransferible. Algo que los detractores de Netflix deberían ir asumiendo: siempre habrá obstáculos. 


  













domingo, 13 de enero de 2019

La derrota hecha espectáculo








Por Maite Pil.


Hace tiempo que vengo pensando en que la idea de la denuncia como conquista feminista es, por lo menos, derrotista.  Porque no revierte la posición de víctima de la mujer. La victimización e infantilización de las mujeres persiste aún allí donde se cree que hay un territorio ganado. Por supuesto que toda víctima debe hallar lugar para la denuncia - eso no se discute- pero hacer de esto una bandera creo que profundiza la problemática.
Últimamente me dediqué especialmente a ver entrevistas que abordaran estos temas. Y, sacando de lado a los discursos de las denunciantes, el alrededor suele manifestarse ante este fenómeno como algo que les da mucho orgullo, que los entusiasma, los pone felices, etc. Se le dedica un segundo al repudio del victimario- muchas de las veces ni se lo menciona- y 30 minutos al goce pajero de la valentía de la víctima

La violencia machista existe y sus máximas expresiones son la violación y el femicidio. Eso está muy claro, una trompada tampoco se discute, por supuesto. Pero me interesa pensar las zonas grises, los matices que pueden presentarse en un vínculo; y, por sobre todas las cosas, la desigualdad constitutiva que las mujeres hacemos carne frente a un hombre.

Quiero hacer el ejercicio de pensar en aquellas situaciones que no están penadas por la ley, es decir, que no constituyen un delito, y que aún así son percibidas como violentas. El planteo inevitable que se me presenta aquí es muy simple: o tenemos un código penal insuficiente o hay un ámbito inimputable. A raíz de una situación que presencié entre dos hombres, me puse a pensar en cómo a veces las mujeres tomamos, per se, a la presencia masculina como potente, totalizadora, controladora, etc. Por eso mi introducción, ¿acaso no hay algo de esto en todo vínculo? ¿Cómo vamos a construir una ética de la igualdad - se necesita más ética que ley, creo yo- cuando nos consideramos o nos consideran en inferioridad de condiciones? Ya puedo imaginar el rum rum de mucha gente pensando por qué dedico mi tiempo en pensar esto, que pensar esto es una forma más de culpabilizar a la mujer y una serie más de preconceptos reactivos que impiden revertir, verdaderamente, al orden patriarcal. 

Lo peor del machismo es cómo éste ha logrado hacer pié en las mujeres. Por eso creo que el feminismo, lejos de ir contra los hombres, debe ir contra las mujeres machistas. En una toma de una empresa, por ejemplo, uno no busca convencer al dueño, busca convencer al compañero para que haga alianza. Ahí radica el verdadero triunfo.

En la medida en que las mujeres quedemos fijadas al relato de la denuncia como triunfo, nada va a cambiar. No hay modificación de los roles allí. Como los hombres están medio desorientados, y no quieren perderse un garche por machirulos, retoman el relato que presumen feminista, pero profundizan la idea de la mujer como víctima y la espectacular y esporádica aparición de una denunciante. 
Eso no es igualdad. Es un discurso que baila al son de la canción de moda. El feminismo debe ir por mujeres sin victimarios y aplaudir menos a las víctimas. Porque si no, caemos en la espectacularización de la desigualdad pero no cambiamos nada.