¿Hay algo peor que querer hablar con alguien (con él) y no conseguirlo? Pone ansiosa, desespera. Y empeora si encima creemos que no contesta porque no quiere, no porque no puede.
¿Algo que vaya tan a peor tan rápidamente? Porque este tipo de situaciones no hacen más que llevarnos al patetismo y hundirnos en la mierda.
Ausencia, ausencia, ausencia... que lleva al reclamo, al insulto, a la depresión, a la violencia.
¿A la imaginación también?... Nos hacemos la película, siempre una certeza de por qué no atiende; una película que en general no suele coincidir para nada con el desenlace de la situación. Es que la vida supera a la ficción y a las fantasías.
La vida se trata de construir pensamiento, de construir cosas de verdad,
de construir relaciones de verdad, de construir correlaciones de generosidad,
de solidaridad, de humanidad con la gente que nos rodea.
De eso se trata la vida.
Leonardo Sbaraglia
Por Flor Bea
Cesc Gay es un director de cine catalán. Si no les suena su nombre,
ahora cuando les diga qué peli dirigió sabrán de quién hablamos: es el
director de En la ciudad (por cierto, si no la han visto, véanla o agréguenla a la lista de las pendientes). Pues bien, Una pistola en cada mano es su último film, que se ha estrenado aquí en España hace medio año más o menos.
Se trata de una película coral organizada por duetos o pares de personajes que face to face exponen sus miserias, ya sea con intención o porque son hombres comportándose de un modo patético o miserable como consecuencia de un amor que se les escapa (pienso, sobre todo, en el personaje interpretado por el gran Javier Cámara).
Los personajes femeninos, en cambio, son bastante menos vulnerables. Las mujeres, cada una, parece tener bastante en claro si dejar a su marido y quedarse con su amante, si burlarse de un compañero de la oficina que necesita emborracharse para demostrarle que se la quiere coger, si tratar a su ex marido como tonto, si dejar en ridículo a su novio que tiene disfunciones sexuales...
Son hombres en crisis. Divorcioados o separados. Que su mujer los ha dejado por otros. O cornudos. Hombres solos y tristes. Que van al analista y salen llorando. Que tienen una familia compuesta por un precioso hijo y otro en camino pero que no desean a esa mujer embarazada. Hombres perdidos. Que no saben pedir ayuda. Que se quedaron si un sostén femenino (no me refiero a un corpiño...). Hombres apenados. Y algunos, incluso, secos, si un mango, como el personaje que interpreta Eduard Fernández, que tiene que poner plata para el regalo grupal de Julián y apenas puede tirar unas monedas de euro sobre la mesa (además de que vive con su madre porque tras su divorcio tuvo que volver a esa casa). Hombres quebrados. Eso, quebrados.
Una película interesante e inteligente. Sensible pero sin sensiblería. En tono más de comedia que de drama. Graciosa (como cuando Darín se entera de que esa noche va a cenar atún; no les puedo contar más, tendrán que verla y coincidirán que es para partirse de risa ese momento, que per se es tenso). Pero intensa. Y con actuaciones brillantes. Absolutamente brillantes.