jueves, 30 de mayo de 2013

La división de males.

Por Maite Pil




Hay varios tipos de separaciones.
Estoy segura de que también  hay varios tipos ( y minas) separándose mientras yo escribo esto.
Suerte con eso.
Y después de la separación, como si esto no fuese suficiente, viene la división.
Hay gente que se queda con la casa y otra a la que le encajan la mascota.
Las fotos no se dividen, cada quien manotea las que quiere, si es que quedan. Si es que hubieron.
Hasta se dividen amistades en fb. Etiquetas. Eventos.
Lo que no se divide nunca es la experiencia.
Pero eso a quién le importa.
También hay separaciones indivisibles.
O eso te hacen creer.
Hasta que un día te llama por teléfono y te pide que le devuelvas el puff que te había regalado.
Esas son geniales.
El mismo puff en el que estabas sentada cuando le tuviste que confesar, después de un largo interrogatorio, que sí, que al tipo con el que lo cagaste le practicaste sexo oral.
Como si importara. Como si lo hubiera copiado de la película "Closer".
Pero no se lo practicaste en ese puff. Suponemos que por eso lo quiere de vuelta.
O sea, si vas a tener sexo con otras personas en muebles ajenos, después confesalo, en una de esas ya no te los reclamen.
Y después están las separaciones en las que él se queda con tu Revista Barcelona y vos con la faringitis que él estuvo incubando toda la semana.
Supongo que cada relación tiene la división que se merece.





domingo, 19 de mayo de 2013

La gente cuando ama

Por Flor Bea

“En un domingo tan domingo
alejado del resto del mes
de lo que tengo que hacer
y, sin embargo, acá […]
lo mismo da lo que tenía que hacer y esto de ahora
padecerlo, comprenderlo, y resolverlo
¿es así estar enamorado?”
Dani Umpi

La gente cuando ama hace esto: va al trabajo, trabaja todo el día desconcentrado esperando ansiosamente llegar a casa donde el otro espera y cuando llega siente que volvió a nacer.

Cuando leamos esto, dentro de dos años, por ejemplo, nos parecerá estúpido, tonto, cursi y naif. Pero es porque lo habremos olvidado. Cuando nos pasaba (ahora), pensábamos que era urgente e importante. Es más, lo único importante. Y no nos daba miedo nada. Hasta en un punto queríamos morir, porque sabíamos que nunca más en la vida íbamos a tener la posibilidad de morir tan felices.

Si te daban a elegir entre morir ese día, tan feliz tú entre mis brazos o dejar que la vida siguiera, el tiempo transcurriera y con ellos el romance hacia donde siempre van los romances (hacia la tierra, desde el cielo) lo hubieras pensado dos veces. Claro que nadie te dio a elegir, no se ha inventado tal clase de personas. Existen los que aman y los esperan. Y existen los secos. Los que quedaron esperando al sol, solos, y se olvidaron de moverse hacia la sombra y se arrugaron.

Están las flores quemadas. Están los tornados y las brisas incluso. Pero los que dan a elegir no.

Y aunque lo habremos olvidado, yo lo digo con certezas. Hacemos esto: amamos y esperamos. Mutuamente amando y esperando. No hay nada más que hacer en el amor. Todo lo demás son excusas. Cocinar con la excusa de comer, ir a la cama con la excusa de dormir. Pero no es cierto. Nada lo es, solo amar y esperar la muerte.

Me encanta como me respondes. Es como si hubiera esperado toda mi vida a que alguien me respondiera de esta manera.

Pero de la muerte. Yo estaba hablando de la muerte.
Hay que ser muy valiente para realmente desear que el avión que nos lleva de luna de miel se caiga. Yo lo prefería al viaje pero no me animé a decírtelo. Igual, tal vez ya era tarde. Si hoy pudiera elegir para luego volver atrás y que se realice la elección, elegiría morir el mismísimo día que te conocí e hicimos el amor por primera vez.

Me gusta que deambules por la casa sin mirarme. Que no necesites mirarme cuando yo me retuerzo en el sofá amándote. Pero que luego me hables.

Lo más lindo de amarnos es que hablemos de cualquier cosa menos de amarnos. Es como cuando conduces y pones música y me cuentas de una semilla, todo simultáneamente.

Luego me llamas por teléfono y me dices que vas a llegar más tarde y yo salto de alegría, porque ya que no morimos el primer día, ese en que saliste del trabajo y volviste corriendo a casa para volver a verme, que al menos entonces me tengas tan en ti que ni necesites verme.

Que no necesites volver. Que sigas para adelante. Yo te sigo.

Pero de esperar estaba hablando. El verbo esperar es como el verbo creer. Son verbos-trampa.

Cuando estoy desnuda al lado tuyo soy mucho más bella que cuando me desnudo a solas. Mis pechos solos no son para nadie y no tienen sentido ni forma.

Esperar la muerte. Esperar que algo suceda. Que llegue eso que espero cada día. Espero que llegue lo que es espero cada día. Espero que me ames, aunque eso ya esté incorporado como los estantes que colocamos con taladro y tarugos el día de mi mudanza. Espero la muerte pero espero que no mueras. Esperar: verbo-trampa.

Creer es arriesgarse por algo sabiendo que existe otra opción pero también es tener certezas. Tan absurdo como mi modo de amarte.

No tienes idea de quién soy pero de algún modo me has descubierto y por eso te merezco.

Me enseñaste a hablar mientras hago el amor (justo a mí, que siempre busco excusas para callarme y cualquier acción la hago devenir en excusa). Eso me hace pensar que eres el hombre de mi vida.